Cansancio, desgana, hastío, apatía, inapetencia, indiferencia, hartura, tedio, disgusto, fastidio, pesadez, sopor. Estos son algunos, sin entrar en otros menos publicables, sinónimos de aburrimiento. Condensados en estas líneas aún se quedan cortos para calificar el partido de bostezos de este sábado. Entendible para un Barcelona que ni le iba ni le venía, pensando en la Champions y con mucho de lo mejor en casa, plagado de suplentes, canteranos y con tres centrales. Más incomprensible fue lo del Huesca, apagado, esperando atrás para cazar algo al final, sin oxígeno y con la sensación, aunque nadie se atreviera a decirlo, que se le escapó vivo un Barcelona que vino como casi todos los que vienen a esta España Vaciada: de vacaciones.

A los más salados y con ganas de juerga, le entrarían ganas de salir del estadio para ver si la disco móvil que estaba en funcionamiento desde la previa. No quiero pensar de aquellos que pagaron las entradas de toda la familia para hacerle un regalo al nene que quería ver a Messi. Se encontró con todo lo contrario. A un Barcelona entre el A y el B, presentándose a un partido incómodo, que hubiera pedido borrar del calendario por innecesario. Con Jesion Murillo, Moussa Wague, Riqui Puig, Todibo o Prince Boateng. Nombres que dicen poco, algunos dirán, pero que no pueden compararse a brillo o atractivo como lo son los Messi, Luis Suárez, Piqué, Rakitic o Busquets, esos que ni vinieron a la parte Norte de Aragón para descansar un poquito para la Champions.

Para nada acompañó el Huesca a la pretensión de espectáculo. Se unió al baile de asqueo. Cediendo el balón hasta el sonrojo, sin presionar, sólo esperando y achicando, concediendo el 75% de la posesión, un regalito que los futuribles del Nou Camp no supieron ni quitarle el envoltorio. Era lo previsto. En palabras de Francisco. Llegar vivos al final y cazar una a la contra o en una jugada a balón parado.

Salvo Riqui Puig, que juega contra el Ebro, el Teruel y el Ejea, y que corre como un diablo después de comerse una sartenada de pimientos de Padrón, nadie deslizó más atrevimiento en la primera parte. Un pase suyo a un Dembélé terroríficamente solo dentro del área, propició la mejor oportunidad, no cajeada en gol por la manopla de Santamaría. El sucesivo córner conllevó otro aplauso para el navarro por desviar un cabezazo de Murillo.

En ataque, pues el recurso del patadón, algún intento suicida de regatearse a todo el planeta y la vieja condena del tiro precipitado. Poca cosa. Como un zurdazo mal finalizado de Enric Gallego. Los saques de esquina se celebraban casi como goles y la grada tuvo tiempo para pedir la renovación de Chimy Ávila. Nada más noticiable.

Se animó esto tras el descanso. Poco, no se crean. Quizá porque otra cosa era imposible. Y porque el reloj es un dictador que obliga al trabajo. Se empezó pidiendo un penalti de Ter Stegen en una acción de Enric, que protegió el balón de espaldas tras anticiparse al portero en una cesión de Juanpi. La sacó limpia. Esto cabreó al respetable azulgrana, que se tomó ventaja con dos nuevas ocasiones, una de Dembélé, en otro tiro desviado a córner, y un zurdazo en el que Malcom hizo temblar el palo de Santamaría.

Llegaron los cambios. Jordi Alba y Coutinho, y más tarde Arthur, daban otra facha al Barça mientras en un Alcoraz hasta la bandera, quizá por aburrimiento, se empezaron a entonar cantos regionales. Francisco contraatacó metiendo al Cucho, sacando a Ferreiro y poniendo a los tres mosqueteros sobre la hierba. Pena que se olvidaron la espada en casa. La espada o el balón, bien en posesión catalana para no perder la costumbre. El recurso volvió a ser el querer hacer la jugada del año y para eso o se tiene mucha clase o mucha suerte. Y el Huesca no anda sobrado de ambas en Primera. Sólo una internada del Chimy, a pase largo de Santamaría, atajada en el área por una segada de Wague, pudo haber validado el planteamiento del Huesca

El partido se fue acabando, si se puede decir que existió como tal, pensando el Barcelona en el Manchester y el Huesca, aceptando un empate como válido cuando no lo es. Valdrá para la hemeroteca, para celebrar un empate ante un histórico en el futuro, pero no le servirá en su presente hacia el descenso. La próxima semana, el sábado, en Vallecas no cabrá tanta espera.

Huesca, 0: Santamaría, Miramón, Etxeita, Pulido, Javi Galán; Juanpi Añor (Melero, m.59), Rivera, Moi Gómez; Ferreiro (Cucho, m.71), Chimy Ávila (Gallar, m.86) y Enric Gallego.

Barcelona, 0: Ter Stegen; Moussa Wague, Todibo, Jaison Murillo, Umtiti; Aleñá (Arthur, m.80), Vidal, Riqui Puig (Coutinho, 66); Malcom, Prince Boateng y Dembélé (Jordi Alba, m.66).

Árbitro: Cuadra Fernández (Comité Balear). Mostró tarjetas amarillas al local Pulido y a los visitantes Todibo y Moussa Wague.

Incidencias: Antes del partido se realizó un homenaje a Miguel Avellanas, fotógrafo oficial del SD Huesca ya retirado. 7.332 aficionados en las gradas de El Alcoraz.