En esa diminuta aldea agrícola se instaló una reina. Yamoussou, princesa de los baoulé, huía hacia el interior de la colonización. Francia ocupaba la costa del Golfo de Guinea, aquella que bautizó de marfil por el rico comercio cobarde que extraía de los colmillos del gran elefante africano. De esas chozas un siglo después queda poco. Sobre sus cenizas se eleva la tercera catedral más grande del mundo, la mayor de África, una réplica de San Pedro del Vaticano. El lago Kossou es ahora un enorme embalse que amordaza al río Bandama. Esos 500 agricultores son ahora casi 300.000 ciudadanos de Yamusukro, la ciudad de Yamoussou, la capital administrativa de Costa de Marfil, la cuna de Idrissa Doumbia, la roca, el descubrimiento de Pacheta.

Ser un elefante. Ese era el sueño de Idrix. De él y de todos los niños costamarfileños. Y lo sigue siendo. Jugar con la camiseta de la selección del paquidermo enfurecido. Quizá en los Juegos de Tokio, sean cuando sean, o en un Mundial. Como Drogba o Yaya Touré, aquel al que admira y con el que tanto le han comparado. Su planta de bicharraco (1,87), su posición, su prolongada zancada, eran excusa para que los analistas le calcaran con el exmedio del Barça y del City. Mucho queda para ser su sombra. Aunque jugando como lo hizo ante el Valladolid se acercará paso a paso. «Para mí es bueno volver al césped y al once inicial. Por eso vine y disfruto jugando», sonríe por fin Doumbia.

Apenas está dando sus primeros gateos de gloria en Primera. Ser el último en llegar, una inoportuna lesión y la referencia de Mosquera le llevaron al ostracismo con Míchel (seis partidos como suplente para 89 minutos). Quizá también los clichés que caen, por desconocimiento, racismo o tópico, sobre el jugador africano. Doumbia no es un cinco defensivo, un cacho de músculo, un trotón. Tiene toque, impone su presencia física, pero no es un atleta de choque.

La baja del gallego le ha dado una oportunidad coincidiendo con la avenida del entrenador burgalés, que está aceptando y acaparando. Dos titularidades sin derrota y 165 minutos. Sus números le muestran como un medio infalible. Ante el Valladolid no erró ningún pase y acumula en diez presencias (dos de Copa) una estadística notabilísima: 215/227 (94,1%). Añade 25 robos, aunque solo gana el 45% de sus duelos. «Pacheta me ayuda mucho en el campo y me pide cosas. Incluso cuando hago algo que no está bien me corrige, pero me anima. Creo que aprendo mucho y eso me ayuda. No estoy a mi mejor nivel, pero si empiezo a enlazar partidos no estaré lejos de encontrarlo», explica Idrissa Doumbia.

Los balones en largo o pisar algo más el área son su déficit en un medio al que es complejo quitar la pelota, la sabe proteger, la reparte bien con ambas piernas, refleja calma y ha rebajado el impulso por el regate que le condenó en su primera época en Europa.

Rumbo a Bruselas

Porque Idrissa ya no es el mocete que acaparó las miradas en el Campeonato Africano U17 en febrero del 2015. Sus dos goles ante Camerún y Suráfrica fueron oro para su selección y abrieron la codicia de los ojeadores del Anderlecht. Él apenas se había formado en la Academia Jaguar de Yopougon y jugado una temporada en la segunda marfileña en el Bingerville cuando firmó un contrato profesional de cinco años en Bélgica.

No fue todo perfecto. Tuvo que conformarse con el filial, disputar solo tres partidos con el primer equipo y tragar con una cesión al Zulte Waregem. La fricción con el entrenador Rene Weiler terminó de provocar una salida.

Su destino sonaba a conflicto. Chechenia. Grozny. Dos millones y medio de traspaso al ruso Akhmat, llamado así por homenaje al antiguo presidente del club y de la república musulmana asesinado en 2004 con una mina colocada bajo su grada en el propio estadio. En 16 partidos, por fin, se aprecia ese potencial y el Sporting de Lisboa lo recluta en invierno. En medio año, duplica su valor en el mercado (4,3 millones y una cláusula de 60), y campa la atención del mismísimo Liverpool tras un amistoso ese verano. Se tiñe el pelo de rubio o se deja una cresta mohicana y caen más comparaciones. Ahora con Pogba. Tanto que en la prensa portuguesa no negó su deseo de verse en el Manchester United o el Madrid, con el que se enfrentará el sábado.

Ese arranque esperanzador en los leones se ve frenado con 22 apariciones insuficientes para una estrella emergente. El Atalanta italiano, el Nantes o Angers franceses y el Galatasaray turco se interesan por sus huesos pero es el Huesca quien se lleva la puja con una cesión con opción a compra. Ha costado verle pese a ser tan larguirucho. Habrá que ver cómo afecta el regreso de Mosquera, si se achica o sigue engrandeciéndose como el Huesca. Como esa pequeña aldea de chozas donde llegó la reina Yamoussou y ahora se levanta el Vaticano africano. Creciendo juntos hacia la permanencia.