Al Numancia le fue suficiente una jugada a balón parado, una falta lanzada por Gus Ledes y cabeceada por Escassi, para derrotar al Huesca y encender las alarmas del equipo de Míchel, muy bien vestido para El Alcoraz gracias a su talentosa segunda línea pero visiblemente vulnerable en los desplazamientos. El conjunto oscense luce una armadura brillante, pero su espada, sus delanteros, apenas aportan soluciones cuando el rival cierra el juego interior. El problema es grave. En Los Pajaritos se manifestó con nitidez que su infantería es capaz de llevar los toneles de pólvora hasta trincheras avanzadas dejándose la mecha por el camino. La elegancia de su toque centrocampista necesita un rematador o desatascador de toda la vida, función para la que Escriche y Cristo no parecen preparados. Peligra, por lo tanto, su condición de favorito al ascenso si el técnico no halla soluciones porque Okazaki tampoco responde al perfil de goleador fiable.

En Almería, su otra derrota como visitante, se dejó avasallar por un adversario importante y reaccionó en la segunda parte. El Numancia no necesitó apenas energía para solventar las tímidas amenazas de un Huesca que tuvo el balón y no supo qué hacer con él. Empalagado de esa posesión insípida, nulo de profundidad y con Miguelón, su lateral derecho, como futbolista con mayor capacidad de desequilibrio, fue cayendo en la desidia, el error y la pasividad. Míchel, que dejó a Eugeni en el banquillo, se encontró con la baja prematura por lesión de Raba, sin duda un jugador fundamental, y escarbó en la búsqueda de soluciones para ganar un encuentro que lo estaba pidiendo. En lugar de mejorar con los cambios, la escuadra aragonesa empeoró hasta tal punto que Mosquera, su brújula, comenzó a evidenciar una considerable desorientación mientras el Numancia achuchaba con físico y fe. Juan Carlos, la gran novedad en la medular, no termina de despegar y en ocasiones ni enciende los motores. Mikel Rico, Ferreiro y Sergio Gómez, este último desde el banco, corrieron sin fuste. Quedaba la seguridad defensiva como bastión de al menos el empate, pero todo saltó por los aires en ese testarazo de Escassi, en la única ocasión de los sorianos.

El castigo podría parecer excesivo porque los porteros vivieron una tarde plácida, pero ese profundo y doloroso corte de bisturí responde a ese tipo de partidos de apariencia fácil que se van enrareciendo a medida que el peso pesado lanza golpes al aire, a ninguna parte. Se suceden al agotamiento físico y mental, la repetición de movimientos inútiles y, al final, la exposición de la mandíbula al bajar la guardia una sola vez. El Numancia alargó su puño en el momento exacto y el Huesca, sin pegada directa, se derrumbó. No lo tiene fácil Míchel, no, para hacer que su equipo añada a la exquisitez que sin duda destila algo similar al espíritu canchero de Ávila y el Cucho o el tesón de Enric Gallego. Por ahora, flota como una mariposa, pero no pica como una avispa.