Al Huesca le siguen faltando cosas para sentarse en el trono que parece llevar su nombre. De Tenerife sacó un punto con muchos kilómetros en las piernas, un gran esfuerzo defensivo y nada que llevarse a la memoria del espectáculo puro y duro, el que brota más allá del cumplimiento de las órdenes militares. El Tenerife se lo puso difícil, pero no es coartada suficiente como para justificar su escasa ambición como visitante. Fue un conjunto cumplidor y aburrido, muy impreciso en el último pase, con Raba y Juan Carlos, jugadores con magia, sin dejar huella en el campo. Se diría que el equipo de Míchel se carga de complejos lejos de El Alcoraz. Pierde energía en cuanto le aprietan y cede el balón, su mejor amigo, demasiado rápido; en ocasiones por urgencias, en otras, porque se lo roban sin excesivo esfuerzo. A veces lo olvida sin más. Mengua con una increíble naturalidad

El encuentro resultó un auténtico ladrillo. Ni siquiera se puede elogiar la estrategia, que es a lo que se acude cuando el vencedor ha sido el bostezo. Es cierto que todos los jugadores cumplieron para evitar la derrota y fueron muy serviciales. ¿Y el triunfo? Se quedó colgado en el vestuario antes de comenzar el encuentro. El Huesca, que repitió alineación por primera vez, no logra despojarse del miedo que le condiciona cuando juega lejos de su estadio. No es sencillo descubrir la causa, si se le arruga la personalidad o el mensaje de Míchel es distinto. Sin duda le afecta ser el que menos golea de los trece primeros clasificados, grave carencia que compensa con la mejor defensa del campeonato. Sin embargo, en los desplazamientos sufre una mutación puntual y preocupante porque además de su divorcio con la puntería se riñe con la jerarquía, con el control de los partidos que debería tener casi siempre por la suma de talentos de su plantilla. El Tenerife se la discutió mordiendo y circulando; también con idéntico resultado rematador, es decir ninguno.

El empate tendrá una lectura positiva o negativa al final del curso. Ahora mismo en el paladar no deja sabor. Si acaso la amargura no ya de la imposibilidad de ganar a domicilio, sino de pasar como un viajero con poco equipaje, como si reservara sus mejores galas solo para su afición. Será fundamental que suprima cuanto antes ese conformismo que le convierte en un equipo más aunque, como en Tenerife, juegue en superioridad numérica, muy discreto como para merecer sentarse en el trono que parece llevar su trono. Que lo parece.