Ese cristalito roto. Yo sentí como crujía. Antes de caerse al suelo. Yo sabía que se rompía. ¿La identifican? Sería raro que no. Sólo si han vivido el último año en Marte tienen excusa para decir que no han escuchado a Rosalía. Malamente. Tra, tra. Si releen los versos pueden enhebrar la metáfora futbolera que les proponemos. Malamente lo tiene el Huesca, ese cristalito roto que hace meses parece que se va a romper. Pero ahí sigue. Aguantando.

Resquebrajadito. Con más grietas que el glaciar del Aneto, cuando existía antes de que nos lo cargáramos, malamente, deambula funambulista el Huesca por el cordel del precipicio. Tras ocho meses lo ha adquirido en propiedad, su casita en los infiernos. Para salir se le piden unas piruetas que no se está atreviendo a dar de forma completa y se le obliga a unas prisas para no caer a un abismo con red: una Segunda donde saldrá reforzado, con estadio nuevecito, un grupo de jugadores renovados y una estructura de club potente.

Pero, aunque eso siempre se haya pensado mirando al horizonte, aún queda el come, come de ganar hoy (19.30) al Eibar y salir para adelante. Es día de San Jorge, patrón de Aragón, y se espera fiesta para arrimarse el fin de semana a la orilla del Mediterráneo, a Villarreal, con una última bala que disparar.

Porque la que parecía iba a ser certera terminó siendo de fogueo. El Huesca salió de la final de las finales de Vallecas con otro empatito (0-0). Y van cuatro, tres ante rivales directos y uno ante un Barça desmembrado. Es más sólido, no pierde, ni le marcan, pero ni marca ni gana. Y así se va la permanencia para Barranquilla. A ocho puntos y con cinco jornadas. Matemática pura. Malamente. La cosa está más que complicada. Hay esperanza, mínima, pero a ella se agarra el Huesca y un Francisco que no da pinceladas de desánimo en su discurso, aunque pinta de realismo. Chungo.

El almeriense ha dejado esa versión viril, valiente, arrojado, por otra más resguardada, de espera, con el principio de mantenerse atrás para salir adelante en los minutos finales. Dos de Chimy, otra de Enric y una de Etxeita. Si llegan a entrar en la segunda parte en Vallecas ahora estaríamos con más esperanza. Pero la cosa sigue igual. Peor. Y esa sequía goleadora, que no es nueva, es el primer remedio para que lo imposible no lo sea tanto.

¿Veremos a un Huesca más arriesgado? La duda, dolorido tras el golpe que le obligó a ser cambiado ante el Rayo, de Jorge Pulido podría otorgar el puesto a Martín Mantovani. La entrada de Gonzalo Melero en la titularidad puede aportar más consistencia. Francisco ha mantenido una línea de tres atacantes. No falta eso. Falta el balón. Su posesión y su elaboración conjunta.

EL RIVAL

El Eibar podría cedérselo gustoso. Los vascos son un equipo que explota sus armas de forma exponencial sin necesidad de tenerlo. No hace mucho, pero lo que hace lo hace perfecto. Es el equipo que más balones cuelga al área, directo y esperando el fallo con Charles (13) o Enrich (7). Pelea, victorias en pugnas individuales y físico. Un Eibar que lleva tres partidos sin ganar, se ha despedido de la lucha europea, está a una victoria de la permanencia teórica y que viaja con las bajas del lesionado Diop y de Cote y Joan Jordán, sancionados tras el partido del Atlético, y con las dudas de dos titularísimos: Enrich y Escalante.

Para ser optimistas empecemos por el principio. ¿Recuerdan? Ese día que se pusieron frente a la tele con una sonrisilla burlona, preparados para ver el debut de este humilde equipo por Primera. En Ipurua. Y se ganó (1-2). Sí, se ganó. Y nos vinimos arriba. Pronto explotaría la burbuja en una caída que continúa. Pero se ganó. Al Eíbar. Así que recuerden la sesión. Siéntense hoy igual de cómodos que esa tarde de agosto, con esa sonrisilla y déjense disfrutar. Tra, tra.