Quizá no fuese la opción más experimentada que tenía encima de la mesa la Sociedad Deportiva Huesca para sustituir a Míchel, pero sí que, sin duda alguna, es uno de los técnicos con más galones de los que estaban libres por méritos propios. Pacheta heredó su apodo de su bisabuelo, tal y como hicieron su abuelo y su padre sin saber de dónde venía y desde el primer día fue un currante.

Pese a que el fútbol se le daba bien en su juventud, estudió para carpintero en Quintanar de la Sierra, no lejos de Salas de los Infantes, la localidad que le vio nacer y crecer. Antes ayudaba a sus padres en el campo. Pero su sueño era el balompié y, pese a que como ebanista sabía que iba a ganar más dinero, persiguió su meta y se fue al Mérida, donde sufrió impagos. Debutó en Primera con 26 años y su etapa dorada la vivió como jugador en el Espanyol y el Numancia.

Fue su director deportivo también, se sacó el título de entrenador en Zaragoza a base de kilómetros y kilómetros y al final de la 08-09 terminó la temporada en el banquillo en sustitución de Sergio Kresic. Fueron 15 partidos en los que no pudo evitar el descenso. Hasta trabajó poco después en Puertas Norma, volviendo a los orígenes, a la madera, pero en el año 2011 emprendió su aventura como técnico en el Real Oviedo, donde caló muy hondo.

Llegó con alguna reticencia. El Tartiere no es plaza fácil y la crispación iba en aumento. Un equipazo a priori andaba perdido por la zona baja de Segunda B, con un miedo latente a volver al barro de Tercera, una absoluta pesadilla, y se confiaba en un entrenador sin experiencia, pero enseguida le cambió la cara al equipo, tanto que logró 32 de 39 puntos posibles y llevó al equipo asturiano a los puestos de Copa del Rey.

Allí implantó un discurso y una filosofía que hoy en día se diría que es cholista, por Simeone. El argentino siempre dice que hay que ir partido a partido, pero Pacheta instauró el ganar al que sea, al siguiente rival. Debutó contra el Eibar, pues ganar al Eibar. Una y otra vez machacó con ese mensaje y su carisma y capacidad como técnico hicieron el resto. No pudo meter al equipo en playoff en el segundo curso, pero dejó huella.

Doble ascenso

No le fue demasiado bien en el Cartagena, que de forma casi incomprensible se lo cargó justo tras meterlo en la promoción por llevar cuatro empates seguidos. Se marchó al Korona Kielce polaco y regresó a España con el Hércules, pero tampoco cuajó y, pese a ir cuarto, se le destituyó. Tras Alicante, Tailandia. Menudo salto. Firmó por el Ratchaburi, una nueva aventura en un país y una cultura bien diferentes.

Y en el Elche, esa filosofía humilde y currante, y su constante adaptación a sus jugadores y sus puntos fuertes, que no al revés, tuvo su cumbre con los dos ascensos. De Segunda B a Segunda, un año de transición en mitad de tabla y campanada en la promoción eliminando al Real Zaragoza y al Girona. Ahora tendrá el reto de reflotar al Huesca, pero por trabajo no quedará.