Los cambios de sistema no siempre traen consigo un lavado de cara sustancial. Leo Franco quiso dar otro toque al equipo con una nueva formación y otra táctica en busca de una mejora después de la mala imagen ofrecida en las últimas jornadas. Pero ayer tampoco se acertó con la fórmula. El técnico dio la alternativa a Jovanovic en la portería, introdujo a Akapo en el lateral izquierdo por la baja de Luisinho y pobló la medular con Musto y Aguilera en la zona ancha para dar músculo, con Melero un poco más adelantado y flanqueado por Chimy Ávila y Álex Gallar en las bandas.

Este experimento tampoco le salió bien al argentino. El factor Alcoraz permitió al Huesca llevar la batuta del arreón inicial al disponer de ocasiones en los compases iniciales del partido, especialmente de las botas de Chimy Ávila. El ariete argentino avisó a Bono en el primer minuto de juego con un disparo desde la frontal del área que se desvió a la izquierda de la portería gerundense. Poco a poco el cuadro oscense se fue diluyendo como un azucarillo en un café.

El dominio pasó a ser albirrojo. El Girona no pisaba el área rival, aunque a cada minuto que corría el reloj, la disposición y las sensaciones que transmitía el conjunto de Eusebio sobre el verde presagiaban malos augurios.

Uno de ellos, aunque debido a la mala suerte, fue la lesión de Akapo. El lateral, que entraba por primera vez en el once titular desde que se confirmó la grave lesión de Luisinho, recibió un fuerte golpe que le obligó a retirarse en el minuto 19. Leo Franco tuvo que reconfigurar una defensa anárquica. Dio entrada a Etxeita por el carrilero. El vasco formó pareja en el centro con un Semedo tan contudente como arriesgado. Miramón pasó a la banda izquierda y Pulido a la derecha.

El choque seguía su curso. El Huesca buscó, sin éxito, la manera de adentrarse en el área gerundense. Sin un plan, sin ideas, sin juego. Las escasas ofensivas oscenses tenían a Chimy como protagonista. Un centro suyo que remató Gallar fuera, un disparo desde la frontal que se iba a la derecha de la portería defendida por Bono. Y poco más.

El Girona no lo hizo mejor, aunque sabía lo que hacía. En el minuto 34 la presión alta de sus jugadores en la salida de balón oscense, combinado con la imprudencia de Semedo de no tocar rápido el esférico, derivó en el primer gol. El central portugués perdió el balón y obligó a Aguilera a hacer falta sobre el borde del área. Cartulina amarilla para el azulgrana y la tecnología comenzó a trabajar para analizar la acción con detalle. El VAR, liderado por Mateu Lahoz en el partido de ayer, decretó el peor de los presentimientos en la grada de El Alcoraz: penalti.

Stuani, con un bonito lanzamiento al estilo Panenka, puso por delante al conjunto catalán y resucitó a los fantasmas que planearon sobre el Wanda Metropolitano en su último duelo ante el Atlético de Madrid. El tanto sumió a los jugadores de Leo Franco en una pesadilla que comienza a ser familiar. Solo uno de los 11 se revolvió intentando despertar de ese mal sueño. El de siempre, Chimy Ávila.

En la segunda mitad, Eusebio apostó por reforzar la zaga con cinco defensas (tres centrales y dos carrileros) para evitar sorpresas, controlar el partido y amarrar los tres puntos. Mientras, el Huesca seguía inmerso en su irregularidad. La misma imagen que se pudo apreciar ante el cuadro colchonero.

Leo Franco buscó una reacción introduciendo toda su pólvora. Ferreiro sustituyó a un discreto Miramón en el lateral izquierdo y Moi Gómez entró por Musto, muy perdido sobre el terreno de juego.

El Huesca no mostró síntomas de mejora. Las jugadas a balón parado eran la única forma de que un equipo con la moral mermada pudiera general algo de peligro. Y en una de ellas llegó la jugada del empate, en la que el VAR volvió a ser el protagonista. El central del Girona, Bernardo, cometió falta en el minuto 70 al disputar un balón suelto en la frontal del área albirroja. El árbitro le enseñó la amarilla y la tecnología demostró que la incidencia merecía un castigo desde los 11 metros. Melero engañó a Bono y puso el empate en el marcador.

En ese momento los azulgranas pusieron más corazón que cabeza, y gozaron de oportunidades para llevarse los tres puntos. Cucho, Gallar, Ferreiro y el incombustible Chimy lideraron el correcalles de los últimos minutos en busca de un gol que no llegó. Un punto más con sabor a victoria, pero que no soluciona los interrogantes del juego oscense. Aún hay muchas carencias que requieren trabajo.