Poco se le puede reprochar al Huesca en otro partido que jugó con la batuta en la mano, llevando al Alavés a la fábrica para ganarse el jornal, trabajo con eco industrial en el que los vitorianos se desenvuelven a sus anchas. Pero, pese a su incuestionable mejora futbolística, si está en el último y cada vez más lejos de la salvación no es por casualidad: dominó, tuvo la pelota con gusto y dispuso de dos ocasiones magníficas para adelantarse en una pugna sin grandes oportunidades, acciones que Gallar terminó con un tiro alto y que Cucho Hernández estrelló en el larguero. Deja huella fina y en ocasiones impecable por los terrenos de la construcción y en el área se le viene encima la noche cerrada. Ambición, esfuerzo, disponibilidad, buen dibujo táctico (esta vez con dos centrales) y un Moi Goméz imperial. Sin embargo, en la pisada importante, la del gol, carece de maldad.

Todo lo contrario hizo el Alavés, que despachó la primera parte con el tanto de penalti de Calleri (VAR de por medio) y un disparo de Ximo que Santamaría repelió con mano dura. Poco más. El equipo de Abelardo se vio superado por el entusiasmo de los azulgrana, muy mandones, buscando los centros diagonales y los balones a la cabeza de Enric Gallego para indigestar el cuartel donde gobierna Laguardia. El empate, también de penalti, mostró un Huesca en la cresta de la ola, surfeando cerca de Pacheco sin llegar a su orilla; muy bien recompuesta de nuevo la defensa por una recaída de Miramón. A un ritmo de vértigo, el encuentro entró en la segunda parte como había salido de la primera, con la energía desatada de los oscenses en busca del triunfo y un Alavés que quería estirarse con Jony ganando protagonismo por minutos.

Gallar y Cucho tuvieron la victoria en sus botas. Uno colgó el esférico en una nube y el colombiano, astuto y sutil, recogió una prolongación de Gallego para enviar la pelota al larguero. Quien a hierro no mata, a hierro muere. Además de una forma que afea el rendimiento del Huesca. De un saque de banda de Jony peinado por Maripán en el primer palo, Guidetti, recién llegado por Borja Bastón, marcó el 1-2. No le correspondía al Huesca esa forma de perder, pero en el abanico de las leyes no escritas del deporte profesional, una de las normas principales establece que la concentración no debe descansar. Hubo un sesteo defensivo y el equipo de Abelardo puso rumbo a los tres puntos, adornando su gran eficacia con otra diana de Calleri ya con los locales seriamente afectados.

Tocó el Huesca, muy bien por cierto, pero el Alavés pegó con puño de hierro para no permitir que el combate acabara nulo en la confirmación de sus serias aspiraciones europeas. Nada que reprochar... O todo, porque a final lo que ocurre siempre tiene una explicación y no suele ser tan amable como para aplaudir un buen partido sin goleadores.