Si Francisco Rodríguez fuera un personaje de Juego de Tronos hubiera nacido en la Ciudad Libre de Braavos. No sabemos si el entrenador de Almería es muy de dragones y zombies de ojos azules, pero sí es un poliédrico estratega de las mil caras que cambia su perfil según le convenga a su Huesca. Y, además, no lo podemos negar, valiente es un rato.

El dominio de la táctica y su capacidad para mutar su dibujo está siendo una de las artes de la guerra futbolística que mejor está manejando el técnico andaluz. La herencia de una plantilla con lagunas, la inclusión posteriormente de fichajes, una multitud de lesiones y la adaptación a la configuración del rival son los factores que han dominado las decisiones sobre la pizarra del Huesca. A ese listado deben añadirse componentes psicológicos, donde la necesidad de lanzarse a la portería contraria o de construir una solidez defensiva ha inducido a diferentes órdenes tácticas.

Más equilibrio

El Huesca de Francisco ha ido virando hacia una versión cada vez más equilibrada, como confirma la racha de tres partidos sin encajar goles que aún está abierta. La última corrección apunta hacia la defensa de cuatro planteada en estos últimos cuatro partidos vitales.

En el centro se han visto diferentes alteraciones, desde una línea de tres a otra de cuatro o de cinco, siempre con piezas que permutaban su posición dependiendo de si se atacaba o se defendía. O como ante el Eibar, justificada por la naturaleza del adversario, añadiendo el doble pivote formado por Musto y Herrera más los tres delanteros, Chimy Ávila, Cucho y Enric Gallego, más un cuarto escorado a banda como Ferreiro, aunque con mucha movilidad.

Porque los dibujos de Francisco son mutantes. Presentan una línea cuando se tiene el balón y otra cuando no se tiene, gracias a la polivalencia de jugadores como Chimy Ávila, capaz de defender en banda, David Ferreiro, ambidiestro y que ha actuado hasta de lateral, o Herrera, que también tuvo que alinearse como lateral por las lesiones de Miramón y Akapo ante el Alavés y el Real Madrid.

En las primeras jornadas de Francisco en el Huesca se adaptó a lo que había, alineando un 4-4-2 en su debut, con Chimy incrustado en la izquierda, que se convirtió posteriormente en un 4-1-4-1 o circunstancialmente un 5-4-1 que se visualizó en Mendizorroza desde el inicio. Se percibió un plantel más arriesgado, que tiraba más (32 remates ante el Levante o 29 contra el Villarreal), buscando rectificar la ausencia de gol y generar un sentimiento de confianza, sin resultados.

Menos posesión y tiros

La falta de defensas, con Semedo fuera de la dinámica del equipo, no permitió a Francisco reafirmar sus planes. La irrupción de Pablo Insua, hasta que cayó lesionado de gravedad en Montilivi, y de los fichajes de Diéguez y posteriormente de Mantovani, permitieron confeccionar una barrera de tres centrales para achicar los problemas de contención que perseguían al equipo.

La puesta en escena de dos carrileros largos Miramón y Javi Galán, mayormente facilita atacar con profundidad por bandas dejando solo un punta de referencia y otro más móvil (5-3-2). Esta estrategia fue dogma en la mejor racha oscense, la que empezó en Anoeta ante la Real Sociedad (0-0) y continuó con dos victorias ante el Valladolid (4-0) y frente al Girona (0-2).

No solo hubo una variante del dibujo, también de la filosofía. El Huesca abandonó su perfil de riesgo para optar por otra más contemplativa. Hay un antes y un después de Anoeta. Si en los doce primeros partidos había conseguido en ocho al menos el 50% de la posesión, en los siguientes catorce solo en tres obtuvo esta acumulación de pelota.

También en remates y en rentabilidad ha habido una vuelta en redondo. Porque disparar al arco no ha conllevado mayor rendimiento goleador. En las primeras doce jornadas de la época Francisco se ejecutaron 173 lanzamientos (14,4) por partido, celebrando únicamente diez tantos (0,8 por encuentro). Desde el partido de Anoeta y la adopción de los cinco defensas estas cifras bajaron en disparos (152 en total y 10 por jornada) y subieron en productividad (20 goles en catorce fechas, es decir, 1,4 por duelo). Francisco seguirá trabajando 24 horas para dar con esa tecla definitiva, la que haga sonar la sinfonía de la salvación. Mañana en Villarreal deberá escucharse con rotundidad. ¿Con qué dibujo? Ya veremos.