Ganar o despido. No hay más paciencia con Míchel Sánchez. Esa es la triste vida del profesional. Esta es la ultimísima oportunidad para el entrenador del ascenso. La pérdida de credibilidad de su discurso y la ausencia de resultados lleva a este callejón con una única salida como siempre pasa en una disciplina con estas reglas marcadas. Pocas veces hay una excepcionalidad. La victoria frente al Betis permitiría al técnico continuar con la esperanza de remendar una situación mala, que nadie oculta, porque pasan las jornadas y no se logra remitir el temporal, se agranda la distancia con la salvación y no se transmite que las deficiencias se estén paliando. Y en estas siempre cae quien cae.

Míchel lo sabe. Lo reconoció este domingo en la rueda de prensa con intriga, hecha antes del entrenamiento y con secretitos sobre los disponibles. Como afirmó que nadie desde el club se ha dirigido a él desde el pasado lunes. Ni la eliminación contra el Alcoyano en la trampa de la Copa, en otro capítulo de impotencia, supuso un telefonazo. El mensaje estaba emitido tras casi alcanzada la mitad de la temporada, con el solitario triunfo ante el Alavés en 19 encuentros, que no fue reacción, y la sensación de que las taras no se remedian.

La semana ha sido movidita. Otra vez un pez gordo del vestuario saltó en defensa del entrenador. Esta vez fue Jorge Pulido quien elevó el escudo de la unidad en defensa del míster. A continuación se apeló al orgullo del Huesca, a la trascendencia de la Copa y al estreno de un giro táctico clave hacia el futuro. El tortazo del Alcoyano fue tan rotundo y sonoro como silencioso todos esas buenas intenciones para el 2021. Sin que los suplentes lograran desactivar a un Segunda B, y, peor, dejando en agua estancada toda la fluidez del discurso prometido.

Faltaba la borrasca. Y llegó Filomena. Blanqueado el Alcoraz, los entrenamientos se han hecho como se han podido, hasta en el Peñas Center, pabellón del Peñas el sábado. Suerte que el partido de Liga tocó en lunes, con la nevada gorda pasando de largo y sin tanto riesgo de cancelación. Algo que no piensa Manuel Pellegrini, entrenador del Betis, que ha pedido su aplazamiento, algo que, ocurrido lo ocurrido durante el fin de semana, parece imposible.

Aún quedaba una sorpresita final. Otro positivo. El de Andrés Fernández, ahora portero suplente, pero caído en los análisis previos. Él y un empleado no técnico están en cuarentena preventiva, como lo estuvo la semana anterior Borja García que, recuerden, luego fue un falso positivo. La inoportuna incidencia hizo que el equipo tuviera que ejercitarse, a puerta cerrada, de forma individual en un Alcoraz limpiado de nieve.

Con tanto bamboleo llegamos a otro partido clave para el Huesca y más para Míchel Sánchez. La permanencia ya no queda a un partido, está más alejada, a 4 puntos, más sabiéndose todos los resultados finalizados. El mercado de fichajes se ha abierto, aunque tampoco se ha notado por estos lares.

Alguna buena noticia tiene que haber y esa es la recuperación de Sandro y, quizá, Maffeo. No viene mal la presencia del delantero canario en la convocatoria. También que varios titulares (Siovas, Mosquera, Galán, Mir, Ontiveros...) no fueron a Alcoy y estarán algo más frescos. Y no hablamos del clima, aunque también. A la tardana hora del partido, de noche, podrá cifrarse en datos negativos y buena helada. Quizá sea una ventaja pensando que el rival viene de Sevilla. Ander Bardají (Ejea), si logra los papeles, o Javi Gasca (Huesca B) serán el portero suplente.

Otro buen presagio es el de aquel triunfo (2-1), un 5 de enero, el primero en Liga en el Alcoraz, de hace dos años, precisamente ante el Betis. En el rival resisten todavía de esa fecha Joaquín, Loren, Sanabria, Mandi o Canales, máximo goleador con cuatro tantos, y se han sumado otros como Borja Iglesias o el portero Claudio Bravo. El Betis es duodécimo y acredita la peor defensa de la Liga. Fuera de casa ha ganado tres partidos y perdió seis.