Decía Luis Buñuel que no había mejores atardeceres que los que regala Madrid. La paleta de colores que asombraba al genio de Calanda hace pensar que es verdad eso de que esta ciudad esté conectada con el cielo. Uno de los lugares más populares para dejarse atrapar por este embrujo del ocaso es el Parque de las Siete Tetas, conocido así por sus colinas artificiales. Desde ahí se puede observar cómo se extiende toda la mole urbana, mientras al fondo se estira la Sierra camino de Gredos. Muchos turistas suben con una mantita y unas pipas para no perderse el espectáculo de selfies y besos de enamorados. El campo del Rayo no está muy lejos de este lugar. Todo está en Vallecas, un pueblo que se extendió a ritmo de inmigración, chabola, Los Chunguitos y Obús y ahora se mantiene como barrio de 350.000 habitantes, o república independiente, como le gusta decir a sus revolucionarios vecinos. Desde esta cancha, ubicada en la calle payaso Fofó, el Huesca se aferra mañana (18.30 horas) a que este no sea su último atardecer en Primera. La victoria o nada.

Sumar de uno en uno, no haber perdido en los últimos tres partidos, haber sido capaz de igualar ante un Barcelona de suplentes, no le ha servido al equipo oscense para salir de la última posición y aún ve a siete puntos la posibilidad, ya casi milagro, de remontar para mantenerse. De no mediar un triunfo en Vallecas, ante un Rayo Vallecano que lo precede en la clasificación, supondría añadir una piedra más en la carga que lleva empujando al Huesca hacia el hoyo del descenso.

Ganar, como sea, pero ganar, ubicaría al Huesca un puesto por encima, tras 24 jornadas enterrado en la tabla como colista, y añadiría una plusvalía para afrontar el siguiente choque en el Alcoraz, el día de San Jorge, ante el Eibar. Un empujón necesario para encarar el último tramo del curso con opciones de escalar los últimos peldaños hacia la liberación de la permanencia.

La semana ha desfilado con el contratiempo del golpe que sufrió Roberto Santamaría el martes. El portero navarro ha reposado, ayer entrenó con el grupo y se espera su participación. El resto de miembros de la plantilla, que ha vuelto a lanzar mensajes de esperanza, salvo los lesionados de largo alcance Insua y Luisinho, en la recta final de su recuperación, estará con opciones de entrar en el once. Eso sí, Akapo, que también trabajó con todos, llega justo al choque tras superar su lesión. Gallar, mientras, volvió a trabajar ayer tras su permiso.

Las dudas nacen de conocer cómo asumirá el Huesca desde su planteamiento inicial este encuentro definitivo. La puesta en escena ante el Barcelona, atrasada y a la espera hasta el aburrimiento, no debe valer ante un rival que no tiene ese arsenal y al que habrá que jugar de tú a tú minimizando los errores en defensa. Cinco defensas o cuatro, es la otra incógnita que se aguarda, aunque el entrenador almeriense ha apostado en los últimos dos encuentros por reducir efectivos atrás para tener más hombres en la medular y en la zona de ataque.

MISMAS URGENCIAS / El Rayo asume este encuentro con las mismas urgencias que el Huesca, aplastado en el suelo de la clasificación y necesistado de una reacción que no termina de concretarse pese al retorno de Paco Jémez a su banquillo. Pese a haber ganado el último encuentro en casa, ante el Valencia (2-0) y volverse a escuchar el Sí se puede desde la grada, sigue arrastrando una mala racha cuatro puntos en los últimos once encuentros. Recordar que el Rayo ganó en El Alcoraz (0-1) y la posibilidad de enderezar el golaverage es un objetivo que no hay que desdeñar.

Paco Jémez ha dado un aire más ofensivo al Rayo de Míchel, el del ascenso, valiente ya de por sí. El regreso de Bebé al once inicial es la novedad, mientras que De Tomas, con 14 goles en la temporada, sigue siendo la referencia y el mayor peligro que tendrán que vigilar en la zaga oscense. Advincula, sancionado, y Elustondo, lesionado, son bajas.