Puede decirse que el Huesca cayó ayer en una trampa. Una trampa conocida, un agujero que ya conocían sus doloridos huesos. Se tropezó con el antifútbol, con el practicismo astuto de un rival de poca talla futbolística y listo como un ratón colorado. Con la máxima rentabilidad ajena como castigo mortal de no meter sus oportunidades. Como ante el Rayo Vallecano, la Real, el Getafe, el Madrid, el Athletic y ahora el Alavés… como ante tantos. Demasiados.

Puede que queden diez jornadas, que venga un parón para recuperar a los doloridos (ayer Etxeita no jugó y Miramón recayó mediada la primera parte), para creer y no dejar de luchar. Puede que esta jornada vuelvan a sonreír los resultados de Celta, Villarreal, Rayo y Valladolid y la permanencia siga a tiro. Puede ser, no lo duden, que el Huesca no va a dejar de luchar hasta el final. Pero lo que es seguro es que ayer el Alavés echó una palada más de tierra en las aspiraciones de Primera de este equipo. Con muy poco hizo mucho destrozo.

La cosa había comenzado ya fina. Cosas raras. El Alcoraz silbando a una cinta grabada. Chiflido a la explicación previa sobre el videoarbitraje. Mosqueado el aparatejo, pidió turno de réplica. Y si alguien no quería VAR, pues zasca. Minuto diez, el Alavés bota una falta desde el flanco derecho. En un barullo, la pelota sale pinchada a Ximo Navarro para empalarla. La extremidad santa de Santamaría se convierte en aspa para repeler el pelotazo. Se gana la ovación. Pero, espera. Calla. Mano a la oreja. Algo ha visto el pajarraco de arriba. El vigía llama a Undiano a la tele. Abelardo saca el cuello como una tortuga y se toma el brazo. La revisión reafirma una acción, quizá involuntaria, del debutante Mantovani dentro del área oscense. Por eso salió la redonda blandita. Penalti y marca Calleri de disparo flojo por el centro.

JUSTICIA POÉTICA

A la lluvia de viento se enhebró la pañolada, el hartazgo, el basta ya y otros cánticos más censurables. La bronca se alargaba cuando la misma fortuna dio la vuelta a la moneda. Lanzamiento en largo de Miramón al que llega por nada Chimy de cabeza y desvía la curva hacia un Ximo en retroceso y su antebrazo, igualmente de forma involuntaria. Otro brazo, el de Undiano, señala la cal. Empata Chimy Ávila. Justicia, arbitral, futbolística o poética. Pero justicia. Y partido a 70 minutos.

Del balonmano se pasó al boxeo. Nada de fútbol. O al menos del calificativo de Primera. 43 faltas, una cada dos minutos, y la sensación de que el césped sobraba, salvo como colchón para todos los caídos. Dos líneas cerradas como las de un futbolín. Al Huesca se le destilaba el ataque de banda. De única banda, dado que Miramón desfiló hacia el vestuario renqueante de su lesión. Entró Rivera y Yangel Herrera hizo de tirita por el lateral derecho. Los jugadores aprovecharon el cambio, el cambio climático, para beber agua en marzo como si fuera un partido de agosto. Nada más que decir hasta el descanso, señoría.

Luego nos fuimos a unos minutos de tenis. A esa estadística de errores no forzados. Esa balanza que no perdona al que más falla. Y falló Álex Gallar al rematar mal con su izquierda de palo un centro de Chimy Ávila que dejó pasar listo Jorge Pulido. Y falló por nada Cucho al anticiparse en una cesión de Enric a una pugna con Pacheco que terminó con su roce pegando en el larguero. Esos casi fueron islas en un mar de incertidumbre y errores en los que se terminó ahogando el Huesca agotado. Un final escrito tantas veces.

MAL PRESAGIO

Ese calor de marzo no era la única razón de la solana. Esa sensación de sudor frío conocida por El Alcoraz, de pasar a preguntar cómo puede ser que el Alavés sea quinto con tan poquito, a tener claro que con esa miaja podían herirte de muerte. El presagio de un entierro otras veces contemplado.

Bronco, sin menos chicha que una raspa de pescado y con más pausas que paradas tiene el metro de Moscú, se fue desenmarañando el partido en su pobreza de propuestas, como lo quería cocinar el chef Abelardo. Madurito, casi pocho, con el sol quemando fuerzas y los minutos de presión abrasando al Huesca en las brasas del descenso. A la espera de una contra, de una jugada a balón parado, de aprovechar una ausencia, un fallo defensivo, un regalazo.

Efectivamente. De un saque de banda kilométrico vino el réquiem. Maripán peina de cabeza para situar la pelota en la bota de Guidetti, solo por el fallo de marca de Moi. Recién salido, su inapelable gol a bocajarro silenció a un Alcoraz que contemplaba su sentencia.

Si este mal no fuera suficiente, Wakaso, otro que salía con las piernas frescas tras haber sustituido poco antes a Jony, puso un pase a la espalda a Calleri, que sentenció el 1-3 y concluyó la obra maestra, fea como un orco, pero efectiva como un reloj suizo fabricado en Okinawa, del Alavés. Ese equipo que con tan poco hizo tanto a ese Huesca que lleva tanto tiempo haciendo todo para seguir estando igual. Diez partidos quedan de temporada, poco tiempo para el milagro. Nadie dejará de luchar, aunque el tiempo empieza a pesar tanto como estas derrotas copiadas.

HUESCA 1

ALAVÉS 3

Huesca: Santamaría, Miramón (Rivera, m.28), Mantovani, Diéguez, Pulido, Ferreiro; Yangel Herrera, Álex Gallar (Cucho, m.60), Moi Gómez (Juanpi Añor, m.81); Chimy Ávila y Enric Gallego.

Alavés: Pacheco; Ximo Navarro, Laguardia, Maripán, Martín; Inui, Darko (Manu, m.77), Pina, Jony (Wakaso, m.84); Borja (Guidetti, m.71) y Calleri.

Goles: 0-1, m.10, Calleri, de penalti. 1-1, m.13, Chimy Ávila, de penalti. 1-2, m.79, Guidetti. 1-3, m.85, Calleri.

Árbitro: Undiano Mallenco (Comité Navarro).

Tarjetas: Amonestó al jugador del Huesca Ferreiro y a los visitantes Laguardia, Maripán y Pina.

Incidencias: 6.800 aficionados en El Alcoraz.