Aragón se sitúa a la vanguardia del estudio y la innovación en el sector agrario, con importantes centros de investigación y proyectos que implican a todos los agentes del sector. El pasado noviembre, vio la luz la Red Arax-Red Aragonesa de cultivos extensivos y leguminosas, que pretende conectar al productor de base con las empresas que transforman las materias primas que cultiva. La red está formada por 18 entidades, públicas y privadas, entre las que hay cooperativas, industrias alimentarias y centros públicos de investigación y transferencia como el CITA o el Parque Científico Tecnológico Aula Dei.

El primer paso de la red ha consistido en estructurar y organizar los ensayos de nuevas variedades vegetales -cereales y leguminosas principalmente- que se realizan desde el Centro de Transferencia Agroalimentaria del Gobierno de Aragón en colaboración con las cooperativas comarcales, de tal forma que la información que genere se comparta a través de la red. «En estos años hemos logrado duplicar la productividad de los cereales en secano y cuadriplicar en regadío desde la mejora vegetal y el trabajo con nuevas genéticas que son capaces de adaptarse a las condiciones aragonesas», explica Miguel Gutiérrez, responsable del centro aragonés. En este sentido, recuerda que «el 70% de la superficie agraria de la comunidad está dedicada a los cultivos herbáceos» y que, pese a la enorme extensión dedicada al cereal -en la última campaña alrededor de 800.000 hectáreas-, Aragón necesita importar grano por valor de 180 millones de euros para una cabaña de 10 millones de animales.

Además, la Red Arax trabaja por la promoción de las leguminosas como una alternativa rentable y medioambientalmente sostenible para el agricultor de base. Jesús Abadías, técnico de Cooperativas Agroalimentarias de Aragón detalla que «las leguminosas sintetizan y fijan el nitrógeno atmosférico, gracias a su simbiosis con las bacterias nitrificantes que se alojan en las raíces. Esto supone una reducción del uso de productos fertilizantes y de las emisiones de gases efecto invernadero».

Desde los 60, España ha perdido 530.000 hectáreas de leguminosas -en la actualidad rondan las 200.000- lo que ha generado una dependencia casi total de las importaciones de países americanos. «En estos momentos la soja -continúa Abadías- es una fuente de proteína vegetal muy demandada. Hay que recuperar la atracción de los agricultores por la producción de las leguminosas y todo pasa por integrar también al sector transformador, tanto fabricantes de piensos como industria alimentaria». En el 2019 Aragón duplicó la superficie dedicada a la soja.