Anoche las calles de Zaragoza se llenaron de fieles. No solo en sentido religioso, sino en el de acérrimos seguidores de su cofradía, por pertenencia familiar o bien por tradición de asistencia. Un buen ejemplo era Juan Mora, quien no se pierde un año de la salida desde la Hermandad del Refugio de la Procesión del Traslado. «Para mí es la más bonita, son los que mejor tocan. Si me hiciera de alguna sería de esta, y el momento en el que levantan al Cristo y suena el himno nacional, es muy emocionante», explicaba. Ayer no salió la Piedade Palao, pero el Santo Cristo del Refugio no fue solo nacional por el himno, sino por los agentes de Policía que le rindieron honores como escolta.

El centro estuvo abarrotado de vecinos, bien de otras cofradías, como Juan Mora, que intenta no perderse nada, o bien familiares y amigos. Era el caso de María Teresa Larraburu, que tenía el aliciente de que su nieto «debutaba» en la procesión.

Además de las grandes cofradías, otras más modestas realizaron ayer su recorrido, con su propio encanto, como La Verónica. «Tienen su encanto porque son todos como una familia, amigos», explicaba Ricardo Fanlo, frente a la parroquia del Carmen.