El encargado de pronunciar el pregón con el que dará inicio la Semana Santa de Zaragoza será Jesús Domínguez Longás, canónigo secretario del Cabildo Metropolitano y director del Colegio de Infantes. Nacido en Ejea en 1947, estudió en el Seminario de Zaragoza, donde fue ordenado sacerdote en 1970. Es licenciado en Teología, en la especialidad de pastoral. Ha sido secretario de la Subcomisión de Juventud de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal. Es consiliario de Acción Católica y de la Cofradía de la Coronación de Espinas.

- Es consiliario de la cofradía de la Coronación de Espinas y a partir de ahora pregonero de la Semana Santa de Zaragoza. ¿Se esperaba ser elegido para este cargo? ¿Cómo fue ese momento?

-Estaba con mis quehaceres diarios y me llamó Justina, la hermana mayor de la cofradía del Silencio. Pensé que sería una llamada como tantas otras porque fui consiliario en dicha hermandad y, aunque hay que dejar paso a los que vienen detrás, uno siempre mantiene una relación. Rápidamente me espetó que la Junta Coordinadora de Cofradías había pensado en mí para ser el pregonero. La verdad que pensé que menudo gol me habían metido, era mucha responsabilidad y las cosas o se hacen bien o no se hacen. Lo reflexioné y dos semanas después le dije que sí que quería hablar al corazón de los cofrades desde el corazón.

-¿Ya lo tiene escrito?

-¡Desde hace dos meses! Me encerré tres días en la Base Aérea de Zaragoza, me puse en manos de Dios y con tranquilidad lo escribí. Habrá improvisación porque el corazón no es cuadriculado.

-¿Me podría avanzar alguna idea que va a transmitir?

-(Sonríe mientras se resiste). Me inspiré en San Pablo como impulsor de la religiosidad popular, pero también en mi trato con El Silencio, con Las Esclavas y mi actual labor en La Coronación. Piropearé a las cofradías, pero también van a escuchar alguna queja. Tengo previsto que suene una heráldica en ese momento. Y es que vemos muchos cofrades que se apoderan de las calles, pero en ese fragor algunos se olvidan de lo principal: el amor a Jesucristo.

-¿Y cómo se consigue? ¿El consiliario también tendrá su papel en ello no?

-Cabe destacar que no soy un consiliario modélico, pero la relación entre el consiliario y la cofradía no puede ser de aguantarse, sino de explotarse mutuamente todas las posibilidades que ofrecen unos y otros. Estamos en un momento en la Iglesia que todos somos importantes. Los curas debemos ser cercanos, creer en la labor de la gente, tenerles presentes en la oración y pensar que todos caminamos por el mismo camino. Lo diré en el pregón, pero hay que tener sensus fidei, es decir, olfato de Dios, y el consiliario tiene que darse cuenta del sentimiento de fe que hay detrás de un incienso o de un toque de tambor y aprovecharlo.

- ¿Qué es lo que propone? ¿Una catequesis?

-En todas las cofradías debería haber posibilidades de formación y que siempre se pusiera en marcha cuando entra un nuevo cofrade. También es bueno impulsar los retiros, los clubes de tiempo libre y realizar misas mensuales. Es necesario ver lo que hay detrás de una persona que de la noche a la mañana decide formar parte de una hermandad, que es algo religioso, para luego tocar simplemente el tambor. Hay que saber ver lo que hay detrás de ese esfuerzo.

-¿Cómo se percibe eso?

-Parto de mi experiencia cuando era párroco en la iglesia de San Pablo, sede canónica de la cofradía de El Silencio y de muchas otras de gloria. Yo me propuse que el templo siempre estuviera abierto, reconozco que no me gusta que las iglesias en Zaragoza estén casi siempre cerradas, y para ello creamos un equipo de acogedores. Eran personas pertenecientes a la parroquia que están en la iglesia, porque tal y como están los tiempos no se puede dejarlas sin seguridad, y se encargaban de ayudar a los creyentes, pero también a los no lo son para tener un lugar de silencio en el que reflexionar, poder rezar y hablar con personas. Una experiencia que creo que debería de adaptarse a la cofradías y que estas personas hablaran con los nuevos cofrades, se les explicara la identidad de la hermandad y se hablara de todo lo que envuelve a una cofradía que no es solo procesionar. Seguro que muchos nos sorprenderían porque no solo les gusta tocar el tambor, sino que hay una fe detrás.

-¿Cómo vive usted la Semana Santa?

-Reconozco que no soy de esos que dicen que se van a ver procesiones. Participo como consiliario en las salidas que realiza La Coronación (el Domingo de Ramos el Vía Crucis de los Enfermos; Jueves Santo y Viernes Santo). No obstante, para mí lo más importante no es la Semana Santa, sino la Cuaresma porque son los 40 días de preparación. Es como el que escala una montaña, yo lo he hecho. No es lo mismo hacerlo poco a poco que subir a la cima en helicóptero. Esto último yo no lo he hecho (sonríe).

-¿Cree que se debería de impulsar también desde las instituciones públicas? Porque, al final, también es cultura, turismo,…

-Las instituciones deben potenciar todas las formas de cultura. Tienen que ser objetivos y ver dónde hay cultura o belleza salga de donde salga. Es el caso de la Semana Santa y creo que deberían impulsarla más.

-¿Cree que puede haber riesgo de que la Semana Santa se banalice?

-Debemos estar atentos para que eso no ocurra y los primeros que deben estarlo son los propios cofrades. La Semana Santa no son solo cifras, ni santos a la calle, sino que es una devoción, un sentimiento y eso hay que ponerlo en valor.

-Muchos cofrades, por ejemplo, rezan a la virgen o al cristo de su hermandad. ¿Tiene usted alguna advocación preferida?

-Es muy bonito poder rezar mirando a unos ojos, es parte de la religiosidad popular. En mi caso no puedo decir ninguno porque es Jesucristo en general. Desde los 15 años escribo un diario de amor en él. La virgen me perdona, soy más de él. (sonríe).