Repito este título, poniendo el pertinente (2), rememorando aquél con el que titulé unas líneas como estas, hace unos años ya. En aquella ocasión me basaba en las afirmaciones de una política que mantenía que el lince ibérico debía adaptarse al trazado de una nueva autopista que cruzaría sus territorios habituales de caza y comparaba, dicha situación, con la adaptación que, en aquel entonces, tuvo que hacer la Semana Santa con la aparición, en nuestro paisaje urbano, del tranvía.

Pues bien, varios años más tarde y por el arte del birlibirloque, aparece un nuevo obstáculo, o handicap que dirían los anglófilos, en forma de mamotreto, denominado mercado provisional, esta vez, inmóvil, o al menos, para el próximo año y medio.

«Nada maño, ¿qué se le va a hacer?» --que diría mi abuela-- justo al lado de San Cayetano, epicentro de la Semana Santa, este nuevo edificio obliga a cambiar algún que otro recorrido procesional; desde luego, el Santo Entierro. Si usted era de esos que --como decía mi amigo Nacho-- «triscaba como las cabras» para subir por las murallas romanas y no perder detalle de una procesión que justo empezaba sus pasos en esa dirección, tendrá que buscar otra ubicación más propicia.

Esta misma tarde, la plaza del Pilar, a eso de las ocho, será un hervidero de gente para escuchar el pregón que monseñor Juan José Omella nos dirigirá, lleno de amor por esta tierra a la que tantos lazos le atan. Seguro que intentará usted subirse a la escalinata de la plaza, incluso alguno trepará por alguna farola para ganarse un buen ángulo de visión del pregonero. Puede hacer esto o conformarse con escuchar el mensaje a través de la siempre inestable megafonía y disfrutar, antes y después, del devenir del séquito procesional, con el piquete de intercofradías, los estandartes y guiones y la representación de las secciones de instrumentos.

Aunque, si es por pillar sitios donde ver las procesiones, uno nunca sabe cómo acertar, porque si no es un mercado provisional, es un andamio --como el que impedirá el paso de alguna procesión por el arco del Deán-- y si no una farola, una señal o un señor muy alto que lleva un niño a hombros.

Hace nada, en la procesión extraordinaria del domingo pasado, de la Cofradía de Jesús Camino del Calvario, ya tuvimos oportunidad de practicar la postura básica del observador de procesiones, léase: de puntillas, con los gemelos en tensión, y el cuello estirado, levantando la nariz para poder ver por encima del bosque de manos armadas con móviles que hacen fotos inútiles, mal enfocadas, donde solo se ven puntas de capirote y algún que otro farol y allí, a lo lejos, un paso, de espaldas, entrando a la puerta de San Cayetano.

Un año más, las cosas de siempre y algunas nuevas, porque siempre hay novedades en esta Semana Santa, tan viva como la misma ciudad. Esas novedades las iremos desvelando conforme vaya llegando su día. Por ahora, recen para que el clima acompañe, luego ya habrá tiempo de elegir el sitio donde disfrutarlo.

*Coordinador de Ámbito cofrade