Hace exactamente siete días estaba yo en el Vía Crucis que la Hermandad de la Sangre de Cristo celebra el Viernes de Dolores en San Cayetano. Es un momento especial para mí, porque, desde que, lamentablemente desapareció del horizonte cofrade el maravilloso espectáculo sensorial del Dominum Nostrum, este Vía Crucis se ha convertido en el principio de mi Semana Santa. Pues bien, les decía que, hace una semana estaba allí, con la iglesia en penumbra, iluminada por las candelas que portaban los hermanos; oraciones y cánticos corales se unían para crear un ambiente casi mágico y la mente se evadía en ensoñaciones sobre lo que iba a pasar en la Semana Santa.

Citando a Calderón de la Barca y su «que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son» podría decir que mis sueños han distado un poco de la realidad... sobre todo de la meteorológica, pero ¿qué le vamos a hacer? la vida hay que tomarla tal y como viene y no siempre viene como uno desea, nunca mejor dicho aquel «nunca llueve a gusto de todos».

Escribo estas líneas con una gran alegría en el corazón, si nada lo impide, y dentro de ese saco meto las inclemencias climáticas, el Santo Entierro saldrá a la calle. No saben ustedes cuánto he rezado para que así fuera. El Santo Entierro es el culmen de la Semana Santa zaragozana, todo surge de allí y todo revierte allí, más que allí, en Él, en ese Cristo de la Cama que nos convoca y nos invita a acompañarlo.

La Muy Ilustre, Antiquísima y Real Hermandad de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y Madre de Dios de Misericordia despierta en mí sensaciones y sentimientos, que son la tercera pata de lo que, para mí, describe a una persona: lo que es, lo que tiene y lo que siente.

La hermandad tiene la centenaria tarea de recoger los cadáveres de los desamparados, porque al fin y al cabo todos los difuntos a los que tiene que recoger son desamparados; no hay nada más desamparado que alguien que ha fallecido en trágicas circunstancias o en la más absoluta soledad... nadie debería morir sólo. Quizás ustedes no lo sepan, pero el Cristo de la Cama, que pueden contemplar en su paso el Viernes Santo, tapado con su colcha bordada, es en realidad un Cristo articulado, cuyos brazos pueden extenderse hasta colocarse en la posición de un crucificado. Me emociona la imagen del Cristo en la vitrina de su capilla, con una mano extendida fuera de la misma, extendida al débil, al enfermo, al transeúnte; una mano tendida a la ayuda, a la acogida... y al lado, su madre, Madre de Misericordia. ¡Qué pareja, señores! Un Cristo que tiende su mano al necesitado y una Madre que abre sus brazos para acoger al desconsolado.

Esta tarde el extenso séquito del Santo Entierro acompañará al Cristo de la Cama y mañana, en su Sepulcro de San Cayetano, Él nos seguirá tendiendo su mano, al igual que cada día en su capilla.H

*Coordinador de Ámbito Cofrade