La Semana Santa de Zaragoza se ganó el título de Fiesta Turística Internacional en el 2014 porque la ciudad no solo vibra a golpe de tambor y bombo durante ocho días, sino porque la calle se inunda de patrimonio artístico para representar la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Unas imágenes que a lo largo del año se veneran en los templos de la capital y que pueden conocerse gracias a una iniciativa impulsada por Zaragoza Turismo y la Junta de Cofradías. Ante la ausencia de un museo especializado, cuya creación ha sido ampliamente respaldada por la ciudadanía en los presupuestos participativos, siete iglesias del Casco Histórico hacen su función. Una ruta cofrade que permite ver y conocer la historia de los pasos desde una óptica muy diferente.

Rosa María Enguita es una de las responsables. Sus expliaciones las han escuchado este año más de 200 personas. El recorrido que guía comienza en la iglesia de San Felipe y Santiago el menor. En su interior tres cofradías, El Ecce Homo, La Coronación y La Humillación, guardan sus imágenes principales. La visita comienza con un tesoro artístico: el Ecce Homo. Una obra «magnífica» en palabras de Enguita, que rápidamente destaca que su origen se remonta a «nada menos que entre 1485 y 1490». «Es, sin duda, la obra de mayor calidad artística de cuantos desfilan en la ciudad», resalta.

De una joya antigua a otra realizada por el maestro platero Pedro Fuentes en el siglo XVIII. Es un busto de bronce encarnado cuyo manto está cincelado en plata. A pesar de su tamaño, el importante peso del mismo obliga a ser portado a hombros por, al menos, ocho cofrades. Conmueve su cabeza inclinada que refleja con serenidad el suplicio que está sufriendo.

La visita en el interior de este templo finaliza con María Santísima de la Amargura, realizada en el siglo XIX. De la mano de esta dolorosa, Enguita explica otra expresión artística, la de vestir una virgen. Destaca su sobriedad castellana y la influencia aragonesa con una toca negra sobre la cabeza «que recuerda a esas baturras que al acceder a una iglesia lucían los bancales en señal de respeto».

Tras estas explicaciones, el grupo continúa el recorrido que pasa por la iglesia de San Cayetano. Allí, Enguita explica la importancia del templo «por ser el inicio y final del Santo Entierro, la mayor representación de la Pasión de Cristo en España». El que lo preside es, paradójicamente, el que cierra la procesión. Se trata, tal y como explica, del Cristo de la Cama que data de 1620. «Fue salvado de la destrucción durante los Sitios de Zaragoza gracias al arrojo de María Blánquez que en mitad del bombardeo del convento de San Francisco entró en la capilla de la Sangre de Cristo y se lo llevó al palacio arzobispal», destaca ante los ojos atónitos de los visitantes. «Las tropas francesas descubrieron a esa heroína y le clavaron al Cristo las bayonetas como si fuera de carne y hueso» apostilla.

De ese repaso histórico, a partir de una imagen religiosa, Enguita explica dos dolorosas muy diferentes. La realizada por Antonio Palao en 1856, que tiene la particularidad de que está completamente tallada aunque es una obra de vestir, y la de Manuel José Calero (1949), que sustituyó la anterior y que realiza el encuentro con Jesús Camino del Calvario, que este año celebra 200 años de su bendición. Fue realizado por Tomás Llovet. Otra mujer también resalta a ojos de los visitantes, la Piedad realizada por Palao en 1871. Sus coloridos estofados dejan boquiabiertos a los presentes.

Por si no fuera poco lo explicado, Enguita lleva a los turistas a San Pablo, donde explica el Cristo de la Agonia (1588) que conjuga el realismo flamenco y el colorido veneciano. Junto a él resalta una dolorosa vestida de blanco tallada en 1953. La ruta finaliza tras conocer otros dos magníficos pasos localizados en la iglesia de los Escolapios y en Santiago. El Señor atado a la columna de José Bueno (1949) es el colofón, tan grandioso como su tamaño.