Tras la aprobación de la ley contra la violencia de género, se denominó violencia de género a la que se «ejerce sobre las mujeres» por parte de quienes hayan sido sus cónyuges o hayan mantenido con ellas relaciones similares de afectividad, término que ha ido evolucionado comúnmente hacia el de violencia machista. La violencia doméstica queda limitada, desde entonces y según el artículo 173.2 del Código Penal, a las agresiones físicas o psicológicas que se producen en el seno de una familia y son ejercidas hacia hombres-pareja, pero también hacia descendientes, ascendientes o hermanos, por lo que las víctimas también pueden ser mujeres. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el 2017 se registraron 6.909 víctimas de violencia doméstica a cuyo agresor se le impuso una orden de protección o medidas cautelares, un 0,7% más que el año anterior.

De ellas, un 62,4% (4.313) fueron mujeres, es decir, madres, abuelas, tías o hijas. Si se analizan los datos por la relación entre agresor y agredido, la situación más frecuente (el 28,8%) es aquella en que la víctima es la madre del agresor o agresora. En un 27,7% de los sucesos los fallecidos fueron los hijos (sin que el INE especifique sexo), en el 11% el padre y en el 9,7% hermanos.

Ya sean los datos de las víctimas como los de los agresores, la estadística deja bien claro que, pese a la confusión que el partido ultra Vox pretende introducir al asegurar que los hombres están desprotegidos y son maltratados por el sistema, en el ámbito familiar también son las mujeres las que mayoritariamente sufren las agresiones.

Y a estos datos hay que añadir las graves y preocupantes cifras de la mortal violencia machista.