Madrugada del 16 de julio del 1945, desierto de la Jornada del Muerto (Nuevo Méjico). Tras unas horas de lluvia, el cielo quedaba despejado, propiciando unas condiciones óptimas de visibilidad. A las 05:29:21, una gigantesca explosión desataba su furia convirtiendo “la noche en día”. Se trataba de la Trinity, la prueba nuclear que inauguró la era atómica. Una oscura etapa de la historia de la humanidad que empezó en ese instante y acabó tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, ocurridos durante el 6 y 9 de agosto de 1945.

La detonación de Trinity supuso la ejecución de la primera prueba nuclear de la historia. Un suceso que, aquel día, reunió a 425 individuos para presenciar el espectáculo nuclear. Políticos, científicos y periodistas como Vannevar Bush, James Chadwick, James Conant, Enrico Fermi, Richard Feynman, Leslie Groves y Robert Oppenheimer acudieron para presenciar un acontecimiento que, a día de hoy, sigue impactando por su magnitud.

Trinity fue diseñada como una bomba de fisión nuclear. En su corazón, el apodado como Gadget: un dispositivo de implosión de plutonio con la forma de un gran globo de acero. Según apuntaban los cálculos preliminares basados en la recién descubierta fisión nuclear, comprimiendo los átomos de plutonio presentes en el centro del dispositivo se aumentaría la presión y densidad de la sustancia y, de esta manera, se desencadenaría una reacción en cadena. De ahí la energía liberada por la explosión nuclear.

Sin embargo, al tratarse las primeras pruebas de este tipo, no había garantías de éxito. Es por ello que, antes de la detonación de Trinity, los científicos involucrados en el proyecto plantearon diferentes escenarios de lo que habría podido ocurrir y, consecuentemente, prepararon un dispositivo para actuar en cada uno de los supuestos. La prueba de fuego sería el estallido de la bomba.

¿CÓMO OCURRIÓ?

Para el testeo de la primera bomba nuclear de la historia, se optó por posicionar el Gadget en el corazón del desierto de la Jornada del Muerto (Nuevo Méjico): un un lugar aislado, plano y con poco viento. En este se construiría una plataforma de acero de unos 30 metros de altura desde donde detonar el artilugio. De esta manera, la caída de la bomba desde las alturas podría dar pistas de cómo se comportaría el dispositivo en un eventual bombardeo.

La detonación de Trinity, ocurrida a las 5:29 del 16 de julio de 1945, supuso una liberación de energía equivalente a 20 kilotones de TNT. En un primer momento, esto se tradujo en una increíble explosión de luz que, según relataron los asistentes, “convirtió la noche en día”.

En aquel entonces, el general Thomas F. Farrell describió la explosión de Trinity como un espectáculo: “Todo el país estaba iluminado por una luz abrasadora con una intensidad muchas veces mayor que la del sol del mediodía. Era dorado, púrpura, violeta, gris y azul. Iluminó cada pico, grieta y cresta de la cordillera cercana con una claridad y belleza que no se puede describir, pero que debe verse para ser imaginada. Era esa belleza con la que sueñan los grandes poetas, pero que describen muy pobre e inadecuadamente”.

Así quedó el terreno tras la explosión de Trinity /FEDERAL GOVERNMENT OF THE UNITED STATES

Después de la cegadora luz desprendida por Trinity, llegó la onda expansiva y el calor desatados por la explosión nuclear. Repentinamente, tal y como explicaron algunos de los científicos presentes durante el test nuclear, el desierto se convirtió en un verdadero “horno”, alcanzando temperaturas estrepitosas. Según algunos cálculos, “el centro de la explosión alcanzó una temperatura de 10.000.000 grados Fahrenheit, vaporizando cualquier muestra de vida en el desierto en media milla”.

Tras la explosión de la bomba de plutonio, el terreno quedó marcado con un cráter de 1,5 metros de profundidad y 9,1 metros de ancho. El calor generado por la explosión consiguió fundir la arena, el silicio y el feldespato presentes en el lecho de Trinity, dando lugar a una una sustancia verde cristalina bautizada como trinitita en conmemoración al test nuclear. Una huella que, a día de hoy, se sigue recordando como el punto de inicio de la era atómica.