La UICN, el máximo organismo internacional para la conservación de la naturaleza, estima que una especie abandona el peligro de extinción y asciende a estado vulnerable cuando mantiene durante cinco años una población con al menos 250 individuos maduros. El lince ibérico cuenta con 300 y alcanza ya los 686 ejemplares, por lo que los biólogos estiman que de seguir así en el 2025 se daría el salto de categoría que permitiría hablar de especie salvada. El esfuerzo cobra mayor relevancia si tenemos en cuenta que, según la ONU, la acción del hombre desencadena desde hace años la sexta extinción masiva de fauna del planeta.

Pepa, Pachorritas o Petunia son algunos de los últimos ejemplares nacidos en cautividad y liberados por los territorios del sur de la península que este esquivo felino, poco mayor que un gato, ocupó durante el pasado siglo. Antes de que las epidemias mermaran la población del conejo y, con ella, la de lince, dado que es un animal que necesita una elevada densidad de alimento para su reproducción. A finales de los años 90 se contabilizaron 94 animales repartidos en apenas 120 kilómetros cuadrados entre Doñana y Sierra Morena. Y la tendencia era a la completa desaparición por su propia mortalidad y el furtivismo.

El último censo del 2018 constata que la población se ha multiplicado por siete, y campa por una superficie de 3.000 kilómetros cuadrados entre Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y el sur de Portugal. Las poblaciones crecen a buen ritmo, aunque «cuesta despegar» en Ciudad Real, y se cumple con creces el objetivo de contar en cada colonia con cinco hembras reproductoras, el motor de la especie.

El proyecto Iberlince ha logrado revertir la tendencia a la desaparición, por lo que los técnicos esperan alcanzar los mil individuos en breve gracias al trabajo «minucioso» desarrollado en los centros de cría en cautividad, herramienta fundamental del programa. El momento clave se vivió en el 2005, cuando Saliega, una hembra de Sierra Morena, dio a luz a la primera camada en cautividad y se convirtió en un icono, ya que permitió a los expertos conocer detalles vitales para esa cría ex situ.

Los técnicos señalan que el último censo «cierra un ciclo». Los datos son contundentes. Desde el 2011 hasta el 2018, se han liberado 227 linces, que han fructificado en 235 cachorros silvestres. Y la tasa de supervivencia ronda el 69% durante el primer año en libertad. Muy por encima del 45% de tasa de supervivencia general de animales reintroducidos. El siguiente paso, señala el informe, será reforzar la unión entre las poblaciones de la península. De momento, se han registrado «más de 50 intercambios» de linces «entre diferentes áreas».