Sería un ejercicio de sociología poner micrófonos en los estadios y estudiar el vocabulario habitual de los aficionados al fútbol. Saldría árbitro, por supuesto. Hijo de puta, seguro (a renglón seguido). Bocadillo, probablemente. Maricón, por descontado. Es sexista el fútbol y es sexista el lenguaje que lo rodea, y ambas realidades se alimentan mutuamente, dice Marcela Herrera. Es un deporte de machos y es un deporte que se describe con lenguaje de machos. Esto es una guerra, somos soldados y hay que luchar como varones. Nada de mariconadas, aquí.

Herrera, máster en Psicología del deporte, fue la primera mujer que se sentó en el banquillo de un equipo de fútbol profesional en Chile, en 1997. El Audax Italiano. Hace 11 años vive en España y asesora a entrenadores de fútbol. ¿Machista el fútbol? ¿Intolerante el fútbol? Pues sí. "El fútbol es un mundo de hombres donde prevalecen los valores masculinos. Yo no digo que el fútbol sea machista estrictamente. Más bien es hombrista. El entorno del fútbol, la publicidad, las tertulias... Las tertulias, solo hay que escucharlas, donde cuatro de cada cinco frases son sexistas. A todo eso tiene que enfrentarse un futbolista profesional si quiere salir del armario. Aparte de los problemas habituales que enfrenta cualquiera que quiera declarar abiertamente su homosexualidad, claro".

Ser gay y futbolista profesional no parece un destino apetecible. "Al fútbol, a la cultura futbolística le cuesta mucho aceptar la diversidad", dice Herrera. Se habla con frecuencia del vestuario: un gay compartiendo su desnudez con todos nosotros. Horror. "Pero bueno. ¿Qué significa eso? ¿Cuál es el temor?" Ignorancia es la palabra en la que desemboca el discurso de la psicóloga. "Lo que importa es que el fútbol es para machos. Punto", subraya Herrera.