Alain Cocq tiene 57 años. Desde hace más de tres décadas vive con una enfermedad rara, tanto que ni siquiera tiene nombre. Las paredes de sus arterias se pegan entre ellas bloqueando el riego sanguíneo. Su extraña dolencia, agravada a lo largo de los últimos años, se traduce hoy en una dependencia total. Vive postrado en una cama, sus intestinos y su vejiga se vacían de manera artificial, se alimenta a través de una sonda. Alain Cocq quiere morir. Con este objetivo, solicitó al propio presidente Emmanuel Macron, suplicándole a través de una carta su "ayuda para irse en paz". Tras la negativa del presidente galo, Alain Cocq dejó de alimentarse e hidratarse este viernes 4 de septiembre con el objetivo de poner fin a sus días. Su agonía será retransmitida en directo a través de Facebook "para que la gente sepa cuál es el fin de la vida en Francia".

Tenía 23 años cuando se resbaló por las escaleras y se dislocó la rodilla. Fue al pasar por el quirófano cuando los cirujanos, atónitos, se percataron de que su sangre no circulaba. Por aquella época, un profesor de medicina estimó su esperanza de vida en unos quince días. Ante tal vaticinio, Alain Cocq, originario de Dijon, decidió sacar fuerzas de flaqueza y convertir su dolencia en la lucha que marcará toda su vida. En 1993, valiéndose de su silla de ruedas, viajó desde su ciudad natal hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en Estrasburgo, para visibilizar la causa de las personas con discapacidad. Sería la primera de otras muchas aventuras: una vuelta por toda Francia y tres 'tours' de Europa -siempre en silla de ruedas- figuran en su cuaderno de haberes.

UN COMPROMISO POLÍTICO Y SOCIAL

Valiéndose de su fuerza de voluntad y su compromiso político -es miembro del Partido Socialista y de la Asociación por el Derecho a Morir Dignamente- Alain Cocq acudió, acostado en su camilla, a varios encuentros de los "chalecos amarillos" en Dijon. "Los chalecos amarillos son personas socialmente discapacitadas, personas que se encuentran en una situación de exclusión social, personas pobres que no pueden desplazarse", explicó por aquel entonces al diario 'Libération'.

Mucho ha llovido desde aquel invierno de 2018. "Ya no soporto la silla de ruedas, es sacarme de la cama y me pongo a gritar", relata ahora al diario Le Monde. "Mi situación está empeorando cada vez más. Estoy perdiendo el oído, estoy perdiendo la vista, sólo veo formas desde hace varias semanas sufro descargas eléctricas que van desde mi cerebro hasta la punta de los dedos de las manos y los pies. Es como si me estuviera hirviendo el cerebro", describe.

UNA MUERTE DIGNA

Ante la inevitable e irrevocable degradación de su salud, el pasado 20 de julio Alain Cocq envió una carta al propio presidente francés solicitando su autorización para ser sedado en nombre de "una muerte digna". "No pido la eutanasia o el suicidio asistido, mi objetivo es recibir el último cuidado, es decir, una píldora que me alivie totalmente el dolor que me ha torturado durante treinta y cuatro años", explicó a la prensa. Estimando que acceder a tal demanda supondría "pasar por encima de la ley", Emmanuel Macron rechazó su petición este jueves 3 de septiembre.

A pesar de la gravedad de su dolencia, Alain Cocq no se encuentra en fase terminal de una enfermedad incurable, es decir, en los últimos días u horas de su vida, por este motivo no puede beneficiarse de la ley Claeys-Leonetti, que permite una sedación profunda y continua hasta la muerte. En esta tesitura, Cocq confirmó su decisión de detener sus tratamientos, su hidratación y su alimentación este mismo viernes. Su sufrimiento será retransmitido en directo. "Este vídeo será un testimonio para dar a conocer las condiciones de la muerte de la mayoría de los ciudadanos en Francia, no es normal que tan pocas personas se beneficien de cuidados paliativos", estima. Será su último combate como militante en la lucha por una muerte digna.