El amoniaco potencia el efecto adictivo de la nicotina, haciendo que cada vez sea necesario fumar más para lograr el mismo efecto, y otras sustancias se ocupan de que el pitillo no se apague en el cenicero, enmascaran la irritación en lengua y garganta que provoca el tabaco o disimulan el mal olor que causa su combustión.

La empresa Philip Morris fue la primera compañía en incorporar amoniaco a sus cigarrillos, en los años 50, pero la presencia de este producto en el tabaco no se supo hasta mucho después. Su actual marca estrella, Marlboro, hasta entonces con un discreto mercado, pasó a ser la primera en ventas en el mundo.