Por una vez, el tráfico enmudece y un millar de personas conquistan el siempre transitado asfalto de la avenida de Sarri de Barcelona. Son las cuatro de la tarde. Amigos y familiares de Anna Permanyer se agolpan junto a la entrada del número 42 de la avenida. Todos intentan dar un abrazo de solidaridad o un beso de consuelo a José Manuel García, el marido de Anna, y a sus cuatro hijos. En el suelo, flores y velas.

Pasan los minutos y la avenida sigue callada. La marea humana se extiende. Los conductores no se atreven a pitar. En medio de la calle la multitud se arremolina. Los hijos de Anna Permanyer y su marido salen del vestíbulo y pisan la calle. Hasta que de repente, José Manuel García, el marido de Anna, psicólogo como ella, se pone a aplaudir. Casi un cuarto de hora de palmas cálidas dedicadas a Anna y los suyos.

El corte de tráfico se prolonga durante casi una hora y media, en la que la estela de Anna salta de corrillo en corrillo. "Era una persona muy sana y muy normal. Nunca llamaba la atención. Una auténtica madre de familia de la que no se habría hablado si no hubiera sido por esto...", explican Joan, Josep Lluís, Isabel y Gl²ria, que compartieron con ella conciertos de hijos y un viaje a Alemania.

"Anna estaba volcada en sus cuatro hijos, sobre todo en Oscar, el pequeño 14 años. Una madraza, pendiente de todo. Y como era psicóloga, sabía escuchar. Pero dejó su trabajo para volcarse en la familia", cuenta José, sobrino de Anna Permanyer.