Assita Kanko sabe lo que es gritar sin que nadie escuche. Tenía cinco años cuando pidió auxilio a voces mientras le practicaban la ablación en su país natal, Burkina Faso, un día del que recuerda “el dolor, la soledad y las llamadas pidiendo ayuda”. Desde su escaño en el Parlamento Europeo, hoy rechaza ser una testigo silenciosa de la mutilación genital femenina.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, más de 200 millones de mujeres y niñas han sido objeto de la mutilación genital y cada año más de tres millones de niñas en todo el mundo corren el riesgo de ser sometidas a esta práctica, que supone la escisión y lesión de tejido genital sano e interfiere en las funciones naturales del cuerpo de niñas y mujeres.

Ante el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, que se ha celebrado este sábado, 6 de febrero, la eurodiputada flamenca alerta de que la legislación no puede ser la única herramienta hacia su erradicación y que es necesario trabajar por la independencia económica de las mujeres sobre el terreno.

Kanko, que obtuvo la nacionalidad belga en 2008 y fue elegida eurodiputada en 2019, tardó 28 años en hablar públicamente de su experiencia. “Es un tema tabú. Hubo gente que podía oírnos, fue a plena luz del día cerca de un mercado, pero nadie vino. La razón por la que sigo luchando por eso y por cualquier tipo de injusticia es que, si eres testigo, debes hacer algo al respecto. No quiero ser parte de los que no acuden”, afirma a Efe.

La eurodiputada cuenta que, de niña, el impacto más directo en su salud fue el intenso dolor físico, pero también una profunda desconexión emocional de sí misma y de su entorno. De adulta, sufrió las consecuencias físicas de la perforación al quedarse embarazada y dar a luz a su hija.

Una práctica que llega hasta Europa

Aunque la práctica es más frecuente en las regiones occidental oriental y nororiental de África y en algunos países de Oriente Medio y Asia, ningún continente está a salvo: un estudio del Instituto Europeo de la Igualdad de Género estima que entre un 9 y un 15 % de las niñas migrantes en España procedentes de naciones donde se practica la ablación corren el riesgo de sufrirla, incluso tras haber dejado su país natal.

“Siempre habrá gente (en Europa) a la que no le importa si no le está sucediendo a ellos, pero creo que hay gente a la que sí le importa y les estoy muy agradecida”, explica Kanko, que en 2020 logró reunir, en una poco habitual muestra de consenso, a seis de los siete grupos de la Eurocámara en una resolución contra esta práctica.

El texto instaba, entre otros reclamos, a una mayor protección de las solicitantes de asilo supervivientes o en riesgo de sufrir la ablación, mayor cooperación con los países donde esta práctica aún es legal -para avanzar hacia su prohibición y asegurar que se cumple- y apoyo del presupuesto europeo a proyectos sobre el terreno en favor de niñas y supervivientes.

Para la eurodiputada, además del trabajo en asegurar que la legislación sobre esta práctica se respeta, hacen falta más esfuerzos por la emancipación económica de las mujeres en los países donde aún se lleva a cabo. “Si mi madre hubiese tenido su propio dinero, tal vez nadie hubiera podido cortarme”, reflexiona.

"Yo soy una mujer libre, tengo mi dinero y mi opinión. Tengo una hija y nunca permitiría que nadie le hiciera eso porque tengo el poder para decir que no. Muchas mujeres no tienen el poder para decir no, no tienen su propio hogar, el derecho a hablar o siquiera donde encontrar un abogado”, lamenta Kanko.

El lento progreso hacia su erradicación

La eurodiputada cree que la Comisión Europea debe incorporar su lucha contra la mutilación genital en áreas como la ayuda al desarrollo -incorporando condiciones relacionadas con su prohibición-, incluyendo a las mujeres en los proyectos de cooperación, formando a profesionales sanitarios para que sepan cómo ayudar a las mujeres que viven con las consecuencias de esta práctica y asegurando que la integración de migrantes y refugiados en los países europeos sea exitosa.

El progreso, reconoce Kanko, es lento. Ve el mayor avance en las mujeres como ella, que hace 35 años eran víctimas y hoy "se ponen de pie y tienen sus propias vidas".

“Cuando miro a los datos a nivel global no veo un gran progreso aún, pero por suerte ahora se habla más de ello. Y también hablamos de oportunidades, no solo sobre el dolor. No hablamos solo de salvar a las víctimas. Por supuesto, hemos pasado por ello, pero también somos seres humanos con potencial. Este potencial no debería desaprovecharse”, considera.

Aunque cree que “optimista” es una palabra demasiado grande cuando mira al futuro de su lucha por la prohibición de esta práctica, sigue definiéndose como “una luchadora”. “No voy a descansar hasta que ninguna niña sufra la ablación”, afirma