Aterrizajes de emergencia no hay muchos, pero los pilotos son cuidadosamente entrenados para realizarlos. De hecho se dice que es donde se prueba la pericia de un piloto y la templanza de sus nervios. Pero son condiciones de riesgo que exigen un cuidadoso despliegue de todos los servicios del aeropuerto y el dispositivo de emergencias, así como el cierre exclusivo de las pistas solo para el avión que tiene problemas. Lo que se llama "un aterrizaje preferente".

Esto en el caso en que pueda realizarse un aterrizaje de emergencia en un aeropuerto, porque la historia está llena de aterrizajes de máximo riesgo en las más variadas superficies. El más recordado por ello es el piloto Chesley Sullenberg, un comandante a punto de jubilarse que logró salvar a 154 personas con un aterrizaje de emergencia sobre el río Hudson en Nueva York, en el 2009.

Una bandada de pájaros había entrado en sus motores cuando apenas llevaban cinco minutos de vuelo tras despegar del aeropuerto de La Guardia. Sullenberg improvisó un amerizaje sobre el río y quedó como el último héroe del aire.

Menos mediático -aún es desconocido- pero con los mismos nervios de acero fue el piloto de un avión de la compañía somalí Daallo Airlines, que logró aterrizar en Mogadiscio después de que una misteriosa explosión ocasionara un boquete en el fuselaje y un incendio a bordo. Logró "un aterrizaje seguro", es decir, haciendo la maniobra correctamente, con el avión incendiado.

O este pasado agosto, cuando un avión ruso aterrizó en un maizal sin una de las turbinas cerca del aeropuerto de Moscú.

En el mismo aeropuerto de Barajas han vivido varias situaciones semejantes a la de este lunes, como cuando un avión de Delta Airlines en el 2013 tuvo que volver a aterrizar poco después del despegue por un problema en el tren de aterrizaje. Logró reposar en tierra aunque se salió de la pista.