Ocho huesos pertenecientes a dos gatos que vivieron hace más de 5.000 años en China contienen la prueba más antigua de cómo los humanos domesticaron a esos felinos. Los restos son una instantánea de cómo se forjó una alianza entre estas dos especies, con un adversario común: los roedores, presa para los gatos y plaga para los primeros agricultores.

El hallazgo, publicado en la revista especializada PNAS, no representa la primera evidencia de domesticación. Esta se remonta a hace al menos 9.500 años, la edad de un entierro en Chipre que contenía los cadáveres de una persona y de un gato montés. El ancestro de los gatos domesticados es el gato salvaje africano, según los análisis genéticos. A partir de hace 4.000 años, los gatos domésticos aparecieron en abundancia en el arte de la civilización egipcia. Sucesivamente se expandieron por todo el mundo.

"La de los gatos fue probablemente una especie de autodomesticación", explica Jaume Fatjó, etólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona, no implicado en el estudio. Los gatos salvajes africanos coincidieron con los primeros humanos agricultores en la creciente fértil. Los primeros excedentes de cereales incrementaron la densidad de roedores alrededor de los asentamientos humanos, que a su vez atrajo a los gatos. Los menos ariscos fueron quienes aprovecharon mejor esta oportunidad, aumentando su probabilidad de sobrevivir y reproducirse. En consecuencia, se fue seleccionando una población de gatos cada vez más sociables.

El reciente descubrimiento está en línea con esta narración, pero su ambientación es un pueblo agrícola de Quanhucun (Shaanxi, China). La datación con radiocarbono fecha los huesos hace entre 5.560 y 5.280 años. "Nuestro análisis apunta a que estos gatos eran domesticados", afirma Yaowu Hua, de la Academia China de Ciencias.

En primer lugar, el análisis biométrico de los huesos indica que eran más pequeños que los gatos salvajes. En segundo lugar, los isótopos de carbono y de nitrógeno contenidos en el colágeno de gatos, humanos y roedores apuntan a una alta presencia de mijo en sus dietas. El mijo entró en el colágeno de los gatos a través de la depredación de los ratones. "Si los gatos fueran salvajes, no se habrían quedado en proximidad de los asentamientos humanos el tiempo necesario para que el consumo de roedores comedores de mijo dejara traza", explica Yaowu Hua.

Además, uno de los dos ejemplares comía menos carne y más mijo que el otro, lo cual apunta a que los humanos le pudieron dar comida directamente. En el yacimiento se han hallado también vasijas de mijo con formas y texturas diseñadas para repeler el ataque de los ratones, lo cual apunta que esta era una preocupación de los humanos, que podía empujarlos a domesticar. "Es un estudio preciso, porque usa distintas perspectivas que apuntan todas a la misma conclusión", comenta Fatjó.

Queda una pregunta abierta: ¿cómo llegaron los gatos del norte de África a China? "Podrían haber sido transferidos de Occidente en olas de emigración, o incluso se podría haber producido una domesticación de gatos salvajes locales, como apunta nuestro trabajo", responde Yaowu Hua. El científico dice que para aclarar este asunto será necesario un análisis genético de los restos hallados.