Un mismo suceso tiene tantas versiones como personas lo viven. Ya sea traumático o alegre, la intensidad del sentimiento suele ir en función del nivel de implicación. El atraco a una joyería, por ejemplo, como el que perpetraron ayer al menos cuatro hombres en un centro comercial de Castelldefels. La dependienta terminó aterrada y no le será fácil volver a la tienda. «¡Tírate!», dice que le gritaron los apandadores, antes de liarse a tiros con una puerta ante la aparición de un mosso fuera de servicio. Los trabajadores de los comercios colindantes se lo tomaron con más sosiego, pero sus palabras aún destilaban susto cuando ya habían pasado un par de horas. Por último, los que lo sintieron desde una cercanía relativa temieron lo peor al escuchar los disparos: un ataque terrorista. Desde casa, al saber de la noticia, algunos se acordaban de la serie La casa de papel. Los mismos hechos, distintas películas.

Todo cambiaba en el centro comercial Ànec Blau a eso de las 11 de la mañana. El complejo todavía se desperezaba del fin de semana. En la joyería Jose Luis, una clienta oteaba el género mientras la única empleada a esa hora la asesoraba en lo que fuera menester. Cuatro hombres, ataviados con monos de trabajo, sombreros y gafas de sol, irrumpieron en este comercio esquinero y destrozaron tres vitrinas grandes, de las que dan al escaparate, y otras tantas de menor tamaño, de la zona interior de la joyería. Fueron a por lo más caro del lugar: anillos, colgantes y pendientes. Ni un reloj se llevaron. Uno de ellos, tal y como puede verse en el vídeo grabado por una mujer que estaba en una tienda de enfrente, entraba y salía para comprobar que no hubiera moros en la costa. El golpe no duró más de dos minutos. «No es muy inteligente colocar una joyería junto a una de las entradas», decía una comerciante. La dependienta se fue del centro comercial a las 14 horas, tras colaborar un buen rato con los Mossos. Acompañada de un hombre, mientras ya se iba, narró a este diario que todo fue muy rápido y que no podía describir a los atracadores. «Nos han dicho ‘¡tírate!’. Y nos hemos quedado en el suelo todo el rato».

SEÑOR CON CAPA

Justo en el momento de la huida apareció un hombre con una capa negra. Muchos dejaban volar la imaginación, pero la explicación era más bien poco marveliana: se trataba de un agente de los Mossos d’Esquadra que se encontraba en la peluquería Núria Pascual. Mientras le acicalaban el pelo, alguien alertó de la situación y el policía no dudó en saltar de la silla. Forcejeó con uno de los ladrones, pero no logró detenerles.

En la huida dispararon en dos ocasiones a la puerta automática. Se marcharon en un coche que habían robado dos días atrás. Lo quemaron a 700 metros del lugar, en un polígono industrial cercano al tanatorio de Gavà, y escaparon en otro auto. Poco después, los Mossos informaban de una «operación abierta» en Hospitalet, donde habían sido detenidas un mínimo de dos personas que podrían estar vinculadas con los hechos. Llevaban un arma, pelucas y sombreros. Sospechoso. Pero a media tarde no constaba que hubiera relación alguna. Se sigue buscando a los autores del atraco.

¿Y LA SEGURIDAD?

Varios comercios del Ànec Blau consultados por este diario coincidían en preguntarse por qué la seguridad privada no llegó a intervenir durante el asalto. «Yo les vi casi andando hacia el lugar», se quejaba una trabajadora. Patricia, empleada de una tienda de artículos deportivos, admitía estar todavía nerviosa. A ella la cosa le pilló en la cafetería de al lado. Al ser consciente de lo que estaba pasando, se puso a gritar para alertar a los vigilantes. «Primero pensé que los golpes eran tazas que se habían caído, pero cada vez se repetían más y eran más intensos (eran los atracadores aporreando los cristales). Entonces he empezado a ver gente corriendo hacia todas direcciones, y también a ese hombre con la capa de la peluquería. En H&M se han encerrado dentro porque pensaban que era un ataque terrorista».

Núria Pascual, dueña de la peluquería en la que se cortaba el pelo el agente, explicó que el mosso es un cliente habitual, «un chico de unos 30 años encantador». «Ha salido corriendo con la capa y la pistola mientras la chica que vende donuts gritaba ¡socorro! en el pasillo. Cuando se han ido los atracadores, hemos ido y hemos atendido a la clienta de la joyería, una mujer de unos 60 años que estaba llorando y muy nerviosa. Le hemos dado agua. A la trabajadora la he visto más entera». Dejaron a varias señoras con el pelo a medias. No era cuestión de que temblara el pulso con las tijeras en la mano, así que las mantuvieron en barbecho hasta que, una vez recuperado el aliento, pudieron rematar la faena. Ana Torres, gerente del centro comercial, explicó que jamás había sucedido algo similar en los 10 años de historia del complejo.