Mientras Europa debate terminar sus misiones de rescates de inmigrantes en alta mar, ayer se vivió una nueva tragedia a las puertas del Viejo Continente. Una pequeña barca en la que viajaban 43 personas --incluidos 12 niños y siete mujeres-- se hundió en aguas del mar Negro provocando la muerte de la mayoría de sus ocupantes.

A primeras horas de la mañana, los pescadores turcos dieron la voz de alarma. "Había cuerpos de bebés flotando", explicó Kadir Sert, uno de los primeros en llegar al lugar del siniestro, una zona a cuatro kilómetros de la costa estambulí, donde el Bósforo desemboca en el mar Negro. Entonces, se movilizó el operativo. Al caer la noche se habían recuperado al menos 21 cadáveres.

El Ministerio de Transporte aseguró que la mayoría de los ocupantes eran de nacionalidad afgana, a juzgar por los pasaportes recuperados, aunque se cree que entre ellos también había refugiados sirios y un presunto traficante de nacionalidad turca. El destino de los náufragos eran las costas de Rumanía para llegar a los países de la UE, trayecto por el que pagaron 7.000 euros, según la cadena turca NTV.

"Es una ruta muy inusual", explicó a EL PERIÓDICO Ahmet Içduygu, director del centro sobre migraciones Mirekoç, aunque reconoció que sí se han dado "unos pocos casos" en los que patrulleras de la Guardia Costera han detenido pateras tratando de llegar a Bulgaria y Rumanía, lo que podría indicar un cambio de rutas migratorias como ya ha ocurrido otras veces. Cuando en el 2012 Grecia construyó una valla en parte de su frontera terrestre con Turquía y se incrementó la vigilancia de la agencia europea Frontex, los traficantes optaron por viajar de la costa oeste de Turquía a las islas griegas. Sin embargo, el elevado número de muertes en el mar y el comportamiento de los guardacostas griegos hizo que se incrementasen los pasos a través de la frontera turco-búlgara.