La situación generada a las puertas del domicilio de Teresa Romero y Javier Limón en Alcorcón es la mejor muestra del absoluta desastre de gestión de la crisis de ébola en España. Tres días después de que fuera confirmado el primer contagio de ébola fuera de África, la casa de la auxiliar de enfermería seguía cerrada, con Excalibur, el perro del matrimonio en el interior, y con un nutrido grupo de técnicos municipales y autonómicos en la puerta arremolinados durante horas y discutiendo cómo se entra y quién entra en la vivienda.

Finalmente, sobre las cinco de la tarde, los bomberos han derribado la puerta y han entrado a buscar al perro.

Hacía horas que los bomberos de la Comunidad de Madrid tenían una orden del titular del juzgado de lo contencioso administrativo número dos para derribar la puerta de la casa. Pero los funcionarios se negaban a tocar la puerta equipados con el traje naranja de nivel dos que les han proporcionado. Exigían un traje de nivel cuatro, que existe en varios parques madrileños de Madrid, pero que a las cuatro de la tarde de hoy nadie ha solicitado todavía.

El debate de cómo deberían estar equipados los bomberos que derribaran la puerta de la casa de Teresa y Javier era uno más de los que se estaban desarrollando a las puertas de la vivienda. Una vez derribada la puerta, ¿quién entra a buscar al perro? Y ¿cómo va equipado? Y ¿después? ¿Qué organismo se encarga de entrar a desinfectar la vivienda?

Las preguntas, "lógicas" para unos vecinos que observaban "estupefactos" el "espectáculo" que se estaba ofreciendo, no tenían respuesta. El concejal de Alcorcón y jefe de una de las unidades de bomberos de la comunidad de Madrid compartía esta tarde a este diario "la vergüenza que siento al pensar que todo este espectáculo lo están viendo en el resto del mundo". Y recordaba que anualmente se celebran en Madrid simulacros sobre contaminaciones en las que se utiliza un material de aislamiento que si hay en Madrid pero nadie entiende por qué a estas alturas no se está utilizando.

Antes de ingresar en el hospital, el dueño de Excalibur le dejó la bañera llena de agua y 15 kilos de comida. Desde las dos de la tarde no se había vuelto a asomar al balcón.