El krill, minúsculos crustáceos que sirven de alimento a ballenas, focas, pingüinos y otros vertebrados, se ha reducido en las aguas de la Antártida en un 80% desde 1970, según un estudio del Instituto Antártico Británico. Los investigadores, encabezados por Angus Atkinson, atribuyen la menor abundancia a la reducción de los hielos invernales, a su vez consecuencia lógica del calentamiento planetario, aunque insisten en que los datos deben analizarse con prudencia.

Los investigadores, según publica la revista Nature , han llegado a su conclusión tras analizar 40 campañas oceanográficas desarrolladas entre 1926 y el 2003 por nueve países que trabajan habitualmente en la zona, entre ellos España. El estudio ha detectado un descenso del krill en numerosas áreas, pero especialmente donde antaño era más abundante: la península Antártica (cerca del cono sur americano).

Según Atkinson, la explicación más plausible es que hay menos krill porque se han reducido los hielos marinos. De hecho, estos pequeños camarones que raramente superan los seis centímetros de longitud se alimentan justamente de las algas que viven entre el hielo. No hay krill en aguas cálidas. En los hielos, además, encuentran refugio ante los depredadores.

Las temperaturas superficiales en la Antártida han aumentado 2,5 grados en el último medio siglo, aunque Atkinson afirma que hacen falta "con urgencia" más estudios para predecir la dinámica del deshielo en la Antártida debida al previsible calentamiento global. Lo que está claro es que las aguas antárticas se están calentando a un ritmo superior al de los restantes mares.

VARIABILIDAD NATURAL Josep Maria Gili, investigador del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (ICM- CSIC, se muestra sorprendido por un descenso tan notable: "Es espectacular --afirma--. Atkinson es garantía de seriedad, pero también debe tenerse en cuenta que los métodos de medición del krill han variado con los años --ahora se emplean ultrasonidos-- y que la variabilidad natural es muy fuerte, hasta del 20% anual". Algunos estudios anteriores habían detectado una disminución a nivel muy local, pero no en una región tan extensa.

El krill es un elemento esencial en la cadena trófica de la zona. Los pequeños crustáceos se alimentan de fitoplancton y algas, y luego son comidos por peces, cefalópodos, aves, focas... "Si las existencias siguen cayendo --afirma Atkinson--, podría tener efectos negativos sobre las especies que se nutren de ellos". Y aunque los mares antárticos apenas suman ahora el 0,1% de las capturas mundiales de pesca, los investigadores creen que el declive del krill podría también tener implicaciones futuras en especies de interés comercial. No sólo en las ballenas.