Conocido es que para muchos trabajadores la vuelta al curro es una pesadilla que se repite cual día de la marmota año tras año, el llamado síndrome de estrés posvacacional, pero también los más pequeños, en su regreso a las aulas, pueden verse abocados a sufrir la misma sintomatología. “Cansancio, cambios de humor o, en casos más puntuales, problemas estomacales” son los signos más habituales que delatan el cuadro en los niños, explican los psicólogos Mireia Cabero y Antoni Badia, ambos profesores de Estudis de Psicologia i Ciències de l’Educació de la UOC.

Se trata, tanto en alumnos como en adultos, de un proceso natural de adaptación a un cambio que provoca tanto síntomas físicos como psicológicos, apunta Cabero. “Hay que volver a pillar el ritmo, como sucede con el ‘jet lag”, compara la experta. “Es normal que si los pequeños han estado tres meses con un ritmo más relajado, a su aire, sin presiones, durmiendo y comiendo a la hora que querían, el regreso a una rutina mucho más exigente, en la que tienen unos horarios y deben pasar cinco horas sentados en una silla, les cueste”. El cuerpo necesita un tiempo de adaptación. Luego está el factor individual: hay niños mucho más sensibles a los cambios que otros.

En el plano psicológico, entre las variables para llegar más o menos motivados a las aulas figuran el grado de disfrute en el colegio y su integración en el sistema educativo. “Si es el último de la clase, pocas ganas tendrá de volver”.

Adaptarse a los cambios

Los expertos aconsejan introducir algunos hábitos los días antes de la ‘rentrée’ para absorber con más naturalidad los cambios. La clave está en enfatizar todos los aspectos positivos que tiene el inicio del curso: reencuentro con los amigos, profesores, nuevos retos… ”Los padres deben recordarles las cosas que más les gustan, sea el fútbol, ver a algún amigo o alguna rutina placentera; despertar las emociones positivas”, detalla Cabero, que advierte de que si se detecta un rechazo exagerado y prolongado, de más de dos semanas, hay que indagar en el porqué. “En los casos que llegan a consulta siempre hay detrás otras cosas que limitan la capacidad de volver a la vida escolar”.

Las dificultades para retomar la rutina de clase se expresan de forma opuesta en los alumnos de educación infantil y en los de ESO, informan Cabero y Badia. Mientras los más críos lo manifiestan con lloros y quejas, los adolescentes optan mayoritariamente por el silencio o reacciones airadas o de desgana. Las razones para ese malestar son infinitas. “Puede pasar -dice Cabero- que un adolecente se sienta mal porque ha dejado un amor en el pueblo”.

Para la psicóloga Alicia Meseguer, miembro de Top Doctors, es importante no alertar. Hablar de síndrome al referirse a una situación que se da de forma generalizada al acabar cada periodo vacacional es "un arma de doble filo". "Técnicamente, no existe un trastorno mental al que se pueda denominar así, y se sumaría a la ya larga lista actual de casos de excesiva patologización de distintas situaciones de malestar lógico y habitual en nuestras vidas", explica.

La doctora subraya que "cualquier momento de cambio puede generar estrés y malestar, cosas que, bien toleradas y asumidas como normales, no son necesariamente negativas dado que muchas veces también se dan ante cambios deseados o beneficiosos a corto o largo plazo". Las personas somos muy paradójicas a veces, agrega, y puede pasar que los hijos que peor llevan el regreso al cole sean los que luego más disfrutan en él. "Pero para ello es fundamental dejarles que expresen sus emociones".

La función como padres, advierte Meseguer, no es enseñarles a que no sufran, sino ayudarles a que consigan sus objetivos, a pesar del -o gracias al- esfuerzo que han de dedicar para ello y al malestar que tienen que acostumbrarse a tolerar”.

Cinco hábitos para facilitar la 'réentrée'

Mireia Cabero y Antoni Badia citan cinco hábitos que es conveniente recuperar en los días previos a la rutina escolar para evitar un excesivo impacto psicoemocional y físico en los pequeños:

-Volver a regular las horas de sueño. Ir a dormir más pronto facilitará que el día que empiecen las clases se puedan levantar sin necesidad del despertador. "Es terrible que los padres apuren las vacaciones hasta última hora y los niños tengan que madrugar al día siguiente".

-Seguir una alimentación energética que facilite la rutina. Eliminar productos con azúcares refinados propios del verano, como los helados.

-Reencontrarse antes de comenzar las clases con los amigos de la escuela. Les ayudará a revivir experiencias positivas del curso pasado.

-Ir a comprar el material del curso nuevo juntos para que se ilusionen con el inicio de las clases.

-Recordarles las cosas que les gustaban de la escuela.