Gao Ping, el principal cabecilla de la mafia desarticulada en España, volcaba su tiempo en el arte. Gao creó la Fundación Arte y Cultura y es uno de los mayores accionistas del Centro de Arte Iberia, uno de los dos mayores de Dashanzi, el distrito artístico de Pekín. Hasta ese barrio, cuyas grises fábricas han sido reconvertidas en galerías y restaurantes pijos, ha llegado la obra de importantes artistas españoles. La galería de Gao tenía previsto albergar en mayo próximo una exposición de Antonio López y otros creadores. En la web de la galería, donde no hay ninguna referencia a la detención del mecenas, el apartado de próximas exposiciones estaba ayer vacío.

No es raro que los nuevos ricos chinos entren en el mundo del arte con conocimientos gaseosos sólo para saciar su vanidad social. El personal vinculado a la galería contactado por este diario le describe a Gao como un verdadero apasionado: "Le interesaba el arte y la cultura, promover nuevas voces- No era un experto, pero aprendía muy rápido, se dejaba aconsejar y tenía cada vez más gusto". Tampoco en el trato personal hay quejas: "Es muy humano y cercano, se preocupa por todos los trabajadores, tiene mucho entusiasmo y energía".

El personal mostró su incredulidad por la detención y la posibilidad de que Iberia pudiera tener intereses espurios. Iberia es un centro de arte, apoyado por la Fundación de Gao. A diferencia de una galería, carece de ánimo de lucro y se da por descontado su falta de rentabilidad.

A pesar de ello, no se recuerdan proyectos especialmente costosos que apuntaran al lavado de dinero. "Se gasta de acuerdo a los patrones del mercado", asegura uno de los colaboradores.

La desarticulación de la trama no ha alcanzado en China el rango de noticia. Ayer costaba encontrar alguna referencia en la prensa, y siempre relegada a la categoría de breve. Gao Ping no es conocido en China más allá de su provincia de origen (Zhejiang, de donde proviene el 70% de los chinos en España) y en algunos círculos artísticos de Pekín. Las noticias de corrupciones en el extranjero difícilmente llaman la atención de los lectores chinos, acostumbrados a las cotidianas que salpican a muchos de sus políticos.