Después de cualquier tipo de infarto, las guías médicas tanto europeas como norteamericanas incluyen desde hace décadas la necesidad de recetar de por vida a los pacientes unos fármacos llamados betabloqueantes. Se trata de medicamentos que reducen la frecuencia cardiaca, la presión arterial y la contractilidad, la fuerza del corazón, y con esta base estudios realizados hace años señalaron que se mejoraba el funcionamiento de este órgano vital. No obstante, pese a tener un perfil de seguridad alto y ser muy baratos, los betabloqueantes pueden tener efectos adversos como provocar fatiga, debilidad e incluso, en algunos enfermos, disfunción eréctil. Ante esta problemática, un megaestudio liderado por investigaciones españoles trata de demostrar que no es necesario que los cardiólogos continúen con esta práctica médica después de todo tipo de infartos.

El proyecto está impulsado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), dirigido por el reconocido doctor Valentín Fuster, y la Sociedad Española de Cardiología, y se espera que arroje los primeros resultados en unos cuatro años.

En él participarán al menos 55 hospitales españoles, tanto grandes como pequeños, públicos y privados, así como 25 italianos, con un total de 8.500 pacientes. Se vigilará a 20.000 personas en total.