Casi un millón de chinos han recibido ya una vacuna experimental contra el coronavirus sin que se hayan registrado reacciones adversas ni contagios. Lo ha revelado su fabricante, Sinopharm, con la acostumbrada falta de pruebas o de contrastación ajena que acompaña las buenas nuevas sobre vacunas en las últimas semanas. El anuncio chino no exige un auto de fe mayor que los porcentajes de eficacia superiores al 95% que han clamado las estadounidenses Pfizer y Moderna.

La vacunación en China empezó ya en junio con militares voluntarios, un mes después se extendió a los gremios más expuestos como personal de hospitales y aduanas. Funcionarios, estudiantes y trabajadores que deben viajar al extranjero han sido los últimos en recibirla. La hoja de ruta prevé también los mercados de alimentos y sectores de servicios y transporte para crear un cinturón de inmunidad antes de las vacunaciones masivas que debían empezar en noviembre o diciembre.

No hemos recibido ninguna noticia de reacciones severas y solo algunos han mostrado síntomas muy leves, ha revelado Liu Jingzhen, presidente de la firma, en una entrevista publicada en las redes sociales. Liu no ha concretado el número exacto de vacunados pero ha asegurado que los particulares han viajado a 150 países del mundo sin que se haya contado un solo contagio tras la inoculación.

Dos vacunas muy avanzadas

La farmacéutica estatal cuenta con dos vacunas entre las cinco candidatas chinas que ya están en la tercera y última fase de prueba. Tres han recibido la luz verde para su uso de emergencia en paralelo a los estudios que se realizan en el extranjero porque la pandemia ha sido ya virtualmente erradicada de China. Los Emiratos Árabes Unidos aprobaron las pruebas en septiembre y le siguieron Bahrein, Egipto, Jordania, Perú y Argentina.

China fue el primer país en padecer el coronavirus y en librarse de él. También parece que lidera la carrera global por la vacuna o, al menos, que integra el pelotón de cabeza. Las vacunaciones para el público en general ya empezaron el mes pasado en Jiaxing y Yiwu, dos ciudades de la provincia costera de Zhejiang, con un inyectable de la farmacéutica pequinesa Sinovac Biotech. Se priorizó a los estudiantes que planeaban viajar al extranjero, a los que se les exigió una copia del billete de avión y de la matrícula universitaria.

La ferocidad de las segundas y terceras olas de la pandemia en el mundo ha aligerado los trámites. El proceso de aprobación de una vacuna, que requería varios años, se ventila en meses. La urgencia ha levantado las comprensibles inquietudes sobre su seguridad y compañías occidentales tan acreditadas como Johnson & Johnson o AstraZeneca han pausado temporalmente sus pruebas por las enfermedades inexplicables de algunos inyectados. No se escuchan esos debates en China, donde sobran entusiastas voluntarios para probar cualquiera de las vacunas nacionales.

Una victoria para el país

Esas prisas por vacunar a la población de un país que encadenó tres meses sin contagios locales y celebró las últimas vacaciones con las habituales aglomeraciones se justifican por la necesidad de blindar a los que viajan al exterior y protegerse de los casos importados. Zheng Zhongwei, director de la Comisión Nacional de Salud, citó la enorme presión que aún sufre China por los contagios llegados del extranjero que ni siquiera un estricto protocolo con tres pruebas PCR y dos semanas de estricto confinamiento en un hotel han eliminado del todo. Los parámetros para el uso de emergencia de las vacunas, añadió Zheng, fueron aprobadas tras una rigurosa deliberación con expertos de ética y bajo la supervisión de la Organización Mundial de la Salud.

La victoria en la carrera por la vacuna no es un asunto menor en China. Consagraría a su sector farmacéutico, compulsivo coleccionista años atrás de escándalos de corrupción, y ayudaría a limpiar la reputación nacional tras los pecados de la gestión de la pandemia durante las primeras semanas. El presidente, Xi Jinping, repitió esta semana en una cumbre internacional que la vacuna china será un regalo para el mundo y se ha comprometido a enviarlas urgentemente a los países en vías de desarrollo.