La NASA lanzó hace tres años la sonda Genesis con el objetivo de que recogiera muestras de viento solar, unas enigmáticas partículas que fluyen desde el Sol, y las trajera de vuelta para su análisis en un laboratorio. El material recogido, decían los promotores de la misión, sería esencial para conocer los orígenes de nuestro sistema solar, pero siempre y cuando llegara en perfectas condiciones, sin ninguna contaminación de origen terrestre. Era necesario un regreso impecable, sin golpes. Y para ello se previó una descenso inédito y espectacular: Genesis no caería sobre la Tierra por su propio peso, en caída libre, sino que sería cazada en vuelo por un helicóptero.

La hora de la verdad será mañana por la tarde.

La NASA se ha encomendado a dos pilotos civiles, no militares, para la arriesgada captura. Sus méritos son elocuentes: Dan Rudert es el mejor especialista de Hollywood en vuelos acrobáticos, mientras que Cliff Fleming, que se encontraba rodando la nueva película de Batman, no le va a la zaga. Y junto a ellos irán como tripulantes otros tres especialistas de doblaje.

La agencia espacial asegura que están más habituados a operaciones de estas características. "Hay muchos y buenos pilotos de helicóptero, pero a la mayoría les gusta volar a ras de suelo. Si les dices que hay que subir a 3.000 metros, no quieren", comenta Roy Haggard, jefe de la misión de recuperación en la NASA.

La cápsula de descenso tiene el tamaño de una nevera y pesa 220 kilos. Está previsto que entre en la atmósfera sobre la costa del Pacífico a 40.000 km/h y que la fricción aminore poco a poco su ritmo hasta Mach 2, unos 2.200 km/h. Genesis, además, empleará dos sistemas de frenado: primero, un paracaídas para estabilizar el movimiento, que se activará a 33 kilómetros de altura, y luego, a 2,5 kilómetros, un parapente de nilón, reforzado con cables de Technora (una variante del Kevlar), que hará que la cápsula planee suavemente.

GPS y radares

La entrada será seguida por la Fuerza Aérea de EEUU mediante un sistema combinado de GPS y radares. Una vez la sonda haya sido localizada --si todo va bien, sobre el estado de Utah--, se enviará un anuncio de posición a los dos helicópteros participantes en la operación.

El primer aparato será el encargado de cazar el módulo --para ello lleva acoplado un gancho de unos seis metros de longitud--, mientras que el segundo permanecerá a su vera y lo intentará en caso de que su compañero tuviera algún problema. Los pilotos dispondrán de varias oportunidades, al menos cinco, hasta que la sonda se sitúe a sólo 150 metros de la superficie de la Tierra. Entonces ya será muy peligroso intentar capturarla.

Aunque los helicópteros divisarán la cápsula a una altura superior, no intentarán capturarla hasta que haya aminorado su velocidad, a partir de 1.280 metros de altura sobre Utah (3.000 metros sobre el nivel del mar). Si todo funciona como está previsto, el primer helicóptero aterrizará, se depositarán las muestras en un contenedor seguro y, finalmente, serán llevadas al Johnson Space Center de Houston.

"Es una hazaña sin precedentes --dice Haggard--. Nunca se ha planeado tan meticulosamente un vuelo de helicóptero". Todas las pruebas han sido un éxito, añade. "La dificultad, en una escala de 10, está entre 8 y 9 --dice el piloto Rudert--. Debemos alinear el gancho con el parapente sin tener ningún referente visual, es decir, sin ningún árbol o casa que nos ayude a saber si estamos a una buena altura y distancia".

Si los helicópteros fallan, la cápsula caería hasta el suelo y en el mejor de los casos impactaría a 30 km/h. Haggard dice que si aterrizara en un lugar liso y arenoso, no habría daños, "pero si cayera en terreno escarpado o hubiera viento, sería un desastre". Genesis trae de regreso 0,4 miligramos de viento solar (iones de hidrógeno, oxígeno y nitrógeno), una cantidad que parece ridícula, pero que asegura de sobras los cometidos científicos. Eso sí: es un material sensible y delicado. No se puede echar a perder en un día tanto tiempo y dinero (unos 200 millones de dólares, 166 millones de euros).

La NASA confía en el éxito, aunque asume la poca experiencia en operaciones de este tipo. De hecho, salvo las naves Apollo, que trajeron de regreso un puñado de rocas lunares, nunca se había intentado recoger materia espacial para su análisis en la Tierra. El sistema se aplicará también en el año 2006 cuando regrese la sonda Stardust: ha ido a buscar polvo de un cometa.