El combate a la acrilamida se ha recrudecido a partir de ayer con la entrada en vigor de un nuevo reglamento comunitario con medidas dirigidas a reducir la presencia de este compuesto contaminante en patatas fritas, pan, cereales para el desayuno, bollos y galletas, café y alimentos infantiles. La existencia de esta sustancia no es nueva y sus efectos contaminantes tampoco, según recuerdan del lado de los fabricantes, que llevan años trabajando en su reducción, aunque algunos expertos consideran que la existencia de la normativa sí exigirá cambios en algunas pymes.

No obstante, la legislación no marca unos límites máximos obligatorios, sino apenas unos «niveles de referencia».

La acrilamida es un componente químico que se genera de forma natural en alimentos que contienen almidón durante el proceso de cocinado a altas temperaturas -generalmente, por encima de los 120 grados- y con poca humedad. «No es que la industria haga nada mal, se genera durante el proceso productivo normal y correcto», recuerda en declaraciones a Efe el jefe del departamento de Derecho Alimentario del Instituto Tecnológico Agroalimentario (Ainia), José María Ferrer, quien apunta que también se produce en casa a la hora de freír demasiado las patatas, por ejemplo. Las organizaciones de consumidores celebraron la aprobación de la norma.