La cruzada ‘veggie’, con una cada vez mayor militancia en el vegetarianismo, veganismo y variantes (crudiveganos, flexitarianos, frugívoros, pescetarianos…) se expande entre la juventud capitaneada por la sección femenina. Las chicas abanderan la causa mientras ellos se mantienen en un frente de resistencia. “Les cuesta más dar el paso porque comer carne se relaciona con el estereotipo del machote. Las barbacoas siempre las hacen ellos, pero luego la mayoría huye de las cocinas”, esgrimen Teresa y Patricia, de 21 años. Muchas de sus amigas -ningún ‘macho’- comparten su mundo verde. “Dicen que es cosa de pijos o de hippies, pero no es así. Y tampoco será una moda pasajera. Es una convicción”.

Helena Escoda, que abrió en el 2010 la primera tienda vegana de Barcelona ratifica que el perfil predominante son chicas “de 20 a 30 años y universitarias”, aunque hay gente de todas las edades y también hombres. Las mujeres, dice, tienen más empatía con los animales y se implican más con esta y otras causas “por haber sufrido más la opresión”. Carne y masculinidad, conviene, siempre han ido de la mano y cita como texto referencial ‘La política sexual de la carne’, de Carol J. Adams, quien culpa al patriarcado de la propaganda carnívora. “Los animales y las mujeres son un producto de consumo, los primeros son literalmente consumidos y los segundos, visualmente”, ha dicho la autora.

La granja de cerdos de Évole

El portazo a filetes entre púberes y jóvenes está sembrando inquietud en algunas familias. “Mi hija vio el programa de Évole sobre la granja de cerdos y dejó de comer carne. Por solidaridad con los animales, me dice, y sus amigas, lo mismo. Se ha adelgazado mucho y nos preocupa”, dice un padre angustiado. “Queremos convencerla al menos de que se haga una analític

Marta lleva tiempo lidiando con las restricciones nutritivas de sus dos hijas, una vegetariana aspirante a vegana y otra, obsesionada por la comida sana, la llamada ortorexia. “La primera empezó a los 17 años con renuncias progresivas. Empezó por la carne, que justificaba por defensa de los animales, y siguió con la leche, los huevos, el pescado…”. Una analítica certificó déficits de hierro, vitamina B y D. “La nutricionista nos dijo que le faltaban proteínas. Ahora cuando me habla pestes de la industria cárnica, la replico: ‘¿Acaso es mejor atiborrarte de pastillas químicas por tus carencias?”.

La madre capea con firmeza la situación: “Le dije que no me complicara los menús y como no tiene tiempo para organizarse, debe adaptarse a los míos”. Tiene claro que su otra hija, adicta a la ‘healthy food’, ha sido abducida por los 'influencers', los ‘realfooders’ que son legión en la red. “Yo voy al súper y miro el precio; ella mira las etiquetas, las composiciones de todos los productos, que si los azúcares saturados… ¡Son unos pesados!”.

Animalistas y ecologistas

Turno para las protagonistas. Teresa y Patricia piden respeto para una opción que, en su caso, es ideológica. “Mi padre -explica la primera- me inculcó la preocupación por el medio ambiente y siempre me han gustado los animales. Me documenté y me corroía la conciencia. Algo no encajaba, vivía en una hipocresía y decidí cambiarlo”. El inicial desvelo paternal desapareció con las favorables analíticas. “Yo era supercarnívora y mis platos favoritos siguen siendo el cordero y las codornices, pero por convicción ya no como”. Su opción, única en su casa, la obligó a acercarse a los fogones. “He descubierto que me encanta cocinar. Y se pueden hacer mil cosas pero somos somos vagos con las verduras y las legumbres; se podría innovar mucho”. Aspira al veganismo para completar el círculo coherente, pero la nevera familiar le frena. “Cuando veo el queso no me puedo resistir. Las alternativas no me convencen”.

Los quesos veganos son los productos estrella en el Economato de Escoda. “Se hacen con aceite de coco, que logra una textura similar y se mezcla con maíz o patata, anacardos… Hay de muchos tipos”, informa. También están de moda los humus y otros productos asiáticos y orientales. “Ahora hay muchísima variedad. El hecho de que las grandes marcas apuesten por alimentos veganos refleja la tendencia”.

Ensaladas bonitas y caras

Una tendencia que, lamenta Teresa, ha disparado los precios en los restaurantes. “Te ponen una ensalada muy bonita por 10 euros. Es abusivo, venden la estética, pero lo que importa es que sea bueno para tu cuerpo".

La joven atrajo para la causa a su amiga Patricia, que a los 19 años, de un día para otro, plantó las chuletas para desconcierto de su parentela. “La familia te asusta, que si tendría anorexia... Hasta que los análisis salieron incluso mejor que antes". Su amiga Teresa se queja: "¿Por qué a los vegetarianos siempre nos preguntan sobre la salud y a los carnívoros no. Igual son ellos los que están enfermos?".

"¿Aún sigues con la dieta esa?", cuentan que les repiten los allegados. "Mi padre no me entiende. Dice que es una tontería, que siempre se ha comido carne. Pero antes no había tantos recursos -expone Patricia-. Si puedo vivir sin matar a nadie, deben respetarlo. Se contamina más con los alimentos para las vacas que con el tráfico, pero no lo dicen por los intereses que hay”.

El movimiento verde prosigue su expansión, pero cuenta ya con alguna reconocida disidente. La escritora, feminista y ecologista Lierre Keith, vegana durante 20 años, desmonta en su nuevo libro, 'El mito vegetariano', el consumo sostenible y las razones que la empujaron a adoptar una dieta extrema. "La agricultura es lo más destructivo que los seres humanos le han hecho nunca al planeta, e insistir en esta práctica no será lo que nos salve", asegura ahora.

Festival DGTL Barcelona, electrónica con comida vegana

Desde su primera edición hace cuatro años, el festival de música electrónica DGTL Barcelona, que volverá a congregar el 10 y 11 de agosto a más de 40.000 personas en el Fòrum, se propuso ofrecer exclusivamente una gastronomía vegana, aparte de otras “provocadoras iniciativas sostenibles, como el reciclado de la orina”; explica uno de sus organizadores, François Jozic. “Queremos romper tabús. Se puede comer muy bien y diverso con oferta solo vegana. Las primeras reacciones eran: ¡ostia qué hambre pasaremos! Se quejaban y pedían otras opciones. Pero cuando lo prueban ven que no es ningún problema y admiten que no se lo esperaban. Ha tenido una acogida bastante buena ”. Cuenta que el festival es una plataforma ideal para concienciar a un público joven muy receptivo y difundir unos valores que construirán el mundo de mañana. “Se necesitan 6.200 litros de agua para hacer 4 hamburguesas de carne”, es uno de los mensajes que visibiliza el evento

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