La tolerancia a la frustración es la habilidad que nos ayuda a afrontar los cambios inesperados y los fracasos, así como a saber manejar aquello que no está a la altura de nuestras expectativas, tanto a nivel interno, con nosotros mismos, como externo. Nos ayuda a saber superar derrotas importantes pero también es útil en el día a día, como cuando perdemos el metro y llegamos tarde. Nos hace vivir mejores, menos enfadados y con una mayor receptividad a los demás.

En nuestra infancia aprendemos la mayoría de las habilidades con las que nos enfrentaremos al mundo de adultos. Se entrenan y se ponen a prueba con nuestra educación y nuestra experiencia. Aunque parece un rasgo definido desde el momento del nacimiento, es modificable y sujeto a cambios. Por eso, es importante que sean los padres los que sepan observar no solo señales de baja tolerancia a la frustración sino, que independientemente del nivel que exista, se ayude a los hijos a poder sobrellevar mejor los cambios inesperados y los errores.

AFRONTAR LOS CAMBIOS

Las rabietas infantiles son momentos en los que los hijos descargan su frustración y enfado cuando algo no sale como ellos querrían. Esos momentos deben ser lidiados cuando ocurren, aunque una buena forma de preverlo y prevenir su aparición, tanto en la infancia como en las etapas posteriores, es a través del entrenamiento en inteligencia emocional, con la potenciación de la tolerancia a la frustración.

Con las siguientes pautas, podremos ayudar a que nuestros hijos toleren mejor los cambios y aquellos momentos en los que las cosas no están a la altura de sus expectativas:

1. Etiquetas emocionales

Muchos de los problemas que aparecen son fruto del desconocimiento emocional. De la misma forma que les enseñamos a poner nombre a las cosas del mundo exterior, deben también conocer su mundo interior. Cómo aparecen las emociones, cómo se llaman o cómo expresarlas les ayudan a ganar conocimiento y mejorar las relaciones.

2. Sobreprotección

La sobreprotección hace que los más pequeños no sepan que está permitido cometer errores y que de ellos se puede aprender. No saben cómo enfrentarse al mundo y crecen pensando que no son válidos para todo, que siempre habrá alguien para resolver sus problemas o enfrentarse a las cosas por ellos.

3. Imitación

Los padres somos el primer punto donde los niños ponen el foco, aprenden nuestros movimientos, nos imitan y generan herramientas emocionales en base a lo que ven. Debemos actuar de ejemplo para ellos. Si nosotros mismos no contamos con habilidades emocionales, nuestros hijos no podrán tampoco tenerlas.

4. Frustración

Los gritos, los enfados y las frustraciones son parte indispensable de la vida de cualquier persona. Pretender evitarlo hará que no sepan nunca enfrentarse a ello. Eso implica permitir que lloren o que no siempre tengan lo que quieren, especialmente cuando no es el momento ni el lugar.

5. Esfuerzo y objetivos

Como padres, una de las prioridades es enseñar a los más pequeños a establecer metas, razonables y precisas, y marcar un paso a paso para lograrlas. Eso implica que haya un esfuerzo, una frustración si no se consigue y un cambio de enfoque llegado el momento.

La frustración aparecerá en todas las etapas de la vida de una persona, independientemente de los problemas a los que haya que enfrentarse. Lo que sí varía es cómo aparece esa frustración, si se limita a problemas verdaderamente importantes y las emociones negativas que despierta. Eso depende de la tolerancia a la frustración, algo que se aprende en la infancia, donde es punto importante en la educación de todo niño.

* Ángel Rull, psicólogo.