La sentencia de La manada cosechó el rechazo unánime y sin fisuras de las organizaciones de mujeres. «Paso atrás», «decepción» e «indignación» fueron algunas de las calificaciones más empledas por unas entidades que en pocas horas movilizaron contra la decisión judicial a miles de personas en un centenar de ciudades de toda España. «Esos nueve años de condena no son nada comparados con la condena de por vida que tienen que soportar las mujeres. Estamos aquí porque al final parece que sobrevivir a una violación es mayor condena que morir». Así se mostraba Laura, una estudiante de 23 años, que participaba junto a miles de personas, muchas de ellas hombres y familias enteras, en la concentración convocada en Madrid frente al Ministerio de Justicia bajo la proclama «Nosotros somos La manada. No es abuso, es violación».

La plaza de Sant Jaume, en Barcelona, fue tomada también por miles de personas durante dos horas, pasadas las cuales se dirigieron al Palacio de Justicia. Y en Sevilla, la localidad natal de los condenados, la concentración se transformó espontáneamente en manifestación que se dirigió a la sede de la Audiencia Provincial. «¿Qué haremos a partir de ahora, no podremos ni flirtear?», se quejaba una joven. «Los violadores, a los tiburones», gritaba la multitud.

Las reflexiones de las organizaciones feministas apuntaban al corazón de la sentencia. Altamira Gonzalo, vicepresidenta de la asociación Mujeres Juristas Themis, se hizo la pregunta que desde por la mañana viajó de boca en boca en las manifestaciones: «¿Qué tengo que decirle a mi hija a partir de ahora? ¿Que se resista arriesgándose para que le ocurra como a Nagore Lafagge en otros Sanfermines, que la mataron?». «No puedo hacerlo. Tengo que decirle que no lo haga para que no ponga en peligro su vida», se respondía.

La letrada se vio «sorprendida» por el fallo. «Esperaba una decisión valiente por parte del tribunal, pero ha sido decepcionante e indignante», señaló. Desde el punto de vista jurídico no entendía cómo después de considerar probado el relato de los hechos, el tribunal los califica de abusos y no de agresión. «Si que cinco energúmenos te lleven a un cubículo para tener sexo sin consentimiento no es intimidación o violencia es que para apreciar el delito de agresión debe exigirse la resistencia heroica de otras épocas», advirtió, después de recordar que abuso es «que te toquen el culo por la calle».

Las personas que trabajan con las víctimas de agresiones tampoco entendieron la decisión judicial. En base a la jurisprudencia dictada en los últimos años creen que se trata de «un paso atrás clarísmo y lamentable», según la presidenta de la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas (Cava), Tina Alarcón. Su organización tuvo casos de mujeres físicamente más fuertes que sus agresores o que fueron agredidas por un solo hombre pero que quedaron paralizadas por el terror y en los que la sentencia fue por agresión sexual.

PARALIZADAS / Tina Alarcón, que lleva atendiendo a víctimas de violaciones desde la década de los 80, describe cómo muchas mujeres, incluso sin tomar alcohol, «son incapaces de articular palabra porque el propio terror las paraliza».

Marisa Soleto, también jurista y directora de la Fundación Mujeres, introdujo un matiz a su rechazo. Tras mostrarse «decepcionada» porque el tribunal no se haya alineado con las tesis de la fiscalía, «que compartíamos todos los que hemos seguido de cerca el caso», valoró «positivamente» que «no se haya puesto en cuestión el testimonio de la víctima». «Al menos se le ha dado crecibilidad a su relato», sobre todo teniendo en cuenta que uno de los magistrados se ha pronunciado a favor de la absolución.

Para Yolanda Besteiro, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, se trata de una sentencia «dulcificada que no sanciona la gravedad de los hechos». «Es un fallo muy decepcionante», lamentó.

«¿Entonces, qué se considera intimidación?», se preguntó Besteiro, advirtiendo que a los agresores se les manda «un mensaje de permisividad» y «a las víctimas se las responsabiliza de la agresión».

La presidenta de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas, Ana María Pérez del Campo, también advirtió de que «rebajar sustancialmente la pena y todo lo que no sea sancionar, lo único que provoca es que se sigan cometiendo este tipo de delitos».

«Ellos cometieron una violación y la publicaron para dar cuenta de sus fechorías a otros compañeros. Si esta confesión no sirve, esto es muy grave», apostilló. Del Campo también puso en tela de juicio «cómo se valoran los delitos contra los mujeres» y zanjó: «No es verdad que la justicia sea igual para todos».