La Cumbre del Clima de Katowice logró mantener a salvo el desarrollo del acuerdo de París, algo que no era fácil ante el nuevo contexto internacional desfavorable, pero no fue mucho más allá. El punto clave de la conferencia, el libro de reglas que convierte en operativo el pacto adoptado en el 2015 en la capital francesa, salió adelante casi en su totalidad y en ese sentido se puede hablar de éxito. Pero la declaración política que debía instar a los países a aumentar los esfuerzos en la reducción de emisiones a la luz de los últimos informes de la ONU fue descafeínada por la oposición radical de frente del petróleo.

Como es norma en todas las cumbres del clima, en la COP 24 se acabó cerrando el acuerdo en el tiempo de descuento con retrasos causados por el empecinamiento de algunos países es enmendar un punto concreto. En este caso fue Brasil, el nuevo Brasil del ultraderechista Bolsonaro, negacionista del cambio climático, que presentó objeciones al artículo 6 de las reglas del acuerdo de París relativo al comercio de emisiones entre los países.

BRASIL

Algo colateral que sacó de quicio a los delegados de los más de 190 países hasta que se optó por dejar este punto para la próxima cumbre, que tendrá lugar en Chile. La conferencia debería haber finalizado el viernes pero el plenario se suspendió a las 19.30 horas para dar lugar a negociaciones interminables. Una vez solventada la crisis causada por Brasil, la guinda la puso ayer Turquía. Ante las cesiones de la presidencia polaca de la cumbre a los brasileños, los turcos vieron la oportunidad para que se les reconozcan unas circunstancias especiales que llevan reclamando cinco años y con las que saldría ganando en cuestiones de financiacion. Dinero.

Sin unas reglas que establecieran cómo se debe aplicar el acuerdo de París, este se convertiría en papel mojado. Su aprobación estaba fijada para esta cumbre y, salvo en el caso de la objeción de Brasil, fue la que tuvo el campo más despejado, al no contar con la oposición del imperio del petroleo (Arabia Saudí, Kuwait, Estados Unidos y Rusia).

La socorrida frase del Conde de Romanones -«dejad que ellos (los diputados) hagan las leyes, que yo haré el reglamento»- le viene al pelo a esta cumbre. La clave está siempre en la letra pequeña y aunque las reglas sean tan técnicas y complejas de explicar habrán marcado la frontera entre el éxito o el fracaso de la cumbre, según coinciden en destacar los negociadores.

CONTABILIDAD

Las reglas afectan, sobre todo, a cómo contabilizan los países las emisiones y los objetivos de reducción a que se comprometen. Estados Unidos siempre ha perseguido que todos los países estén obligados a contabilizar todo de la misma manera, pero China y Rusia se resistían. Durante la cumbre cedieron. La entrada en vigor de la contabilidad homogénea se fijó para el 2024, un momento en que se supone que la administración de Trump ya habrá abandonado el acuerdo de París (no puede hacerlo efectivo hasta el 2020). Nadie de los que trabajan en cambio climático de ese ejecutivo creen que el anuncio se vaya a ejecutar.

Los países menos desarrollados tampoco querían verse obligados a elaborar complejos sistemas de contabilidad porque carecen de medios para hacerlo. Para ellos, el documento final les adjudica unos mecanismos de flexibilidad temporal con los que se han quedado satisfechos. «El paquete de las reglas es suficientemente claro para hacer operativo el acuerdo de París y esto es una buena noticia», declaró la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, en una primera valoración.

Con este reglamento, el camino se despeja para el acuerdo de París, que contemplaba contener el aumento de temperaturas por debajo de los 2ºC. Pero los informes del IPPC (Intergovernmental Panel on Climate Change), que advertían de la urgencia de tomar medidas «extremas» para frenar el calentamiento a 1,5ºC fueron recogidos en la declaración política sin concreción ni contundencia. El texto final señala que la cumbre «acoge con satisfacción» el informe y reconoce el papel del IPCC a la hora de proporcionar la base científica que sirva a los países para adoptar políticas frente al cambio climático pero no precisa a qué nivel hay que aumentar de ambición para lograr el objetivo del 1,5ºC.

En uno de los borradores del acuerdo figuraba que había que reducir las actuales emisiones prácticamente a la mitad en el 2030, pero este punto desapareció del documento final. Desde la óptica de los países como España o la UE, que reclaman más ambición a la hora de luchar contra el cambio climático, se ve la falta contundencia en la declaración final como una cesión menor para que el Ejecutivo de Donald Trump pueda tener su espacio de protesta mientras permite que avancen los mecanismos que pondrán en marcha todo el engranaje contra el calentamiento.

A Ecologistas en Acción, en cambio, no les pareció una cesión inocua. Al contrario. «El informe del IPCC sobre 1,5ºC es claro afirmando que apenas quedan 12 años para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y señala a la región Mediterránea, como uno de las más vulnerables. Ser permisivos con la dilación de la acción climática pone en riesgo a la inmensa mayoría de la población española en el medio plazo», señaló Javier Andaluz, coordinador de la oenegé.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, convocó una cumbre de jefes de Estado en Nueva York para septiembre del 2019.