LAS PRIMERAS VÍCTIMAS

En 1981, Kenji Urada, un trabajador de 37 años de Kawasaki, en Japón, entró en una de las plantas de la fábrica para realizar trabajos de mantenimiento en un robot. Con las prisas, se olvidó de desconectar por completo la máquina, cuyo poderoso brazo hidráulico empujó a Urada, quien murió poco después. Otra agresión se produjo en 2007, cuando un robot bélico antiaéreo del ejército de Suráfrica sufrió un fallo mientras un grupo de soldados realizaba prácticas. La máquina disparó de forma incontrolada y nueve militares fallecieron y otros 14 resultaron heridos.