El término 'tóxico' hace referencia a cualquier persona de nuestra vida que, por sus características personales y por su forma de comportarse, conlleva consecuencias negativas sobre nosotros mismos. Aunque tendemos a colocar la responsabilidad completa en el otro, también la tenemos nosotros por la ausencia de límites, por dejarnos invadir o por no expresar todas nuestras necesidades. De hecho, para que alguien llegue a ser tóxico, tiene que tener a determinadas personas a su alrededor que se lo permitan. Ante eso, debemos darle la vuelta a lo que estamos acostumbrados a hacer para volver a ganar nuestro espacio y nuestro respeto.

Cuando una persona nos consume energía, solo sabe hablar mal de los demás o vive en la queja, debemos saber que no es nuestro deber alimentarlo. Marcar un espacio que nos salvaguarde está en nuestra mano y es nuestra obligación, especialmente cuando es alguien al que no podemos alejar, pudiendo ser un miembro de nuestra familia o alguien del trabajo.

SÉ ASERTIVO

Cuando empezó a acuñarse el término 'persona tóxica' se nos alentaba a ver e identificar a todos los que en nuestra vida podían serlo, partiendo de la premisa de que había más de los que al principio veíamos. Sin embargo, nos hemos ido al otro extremo y señalamos a demasiadas personas. No tenemos en cuenta que pueden estar pasando por una mala racha o que carecen de la intención de dañar al otro, especialmente cuando nadie les ha expresado un descontento con su forma de ser. Pero es también en estos casos donde debemos decir que 'no', ya que tanto si de verdad es una persona negativa como si se encuentra en una mala racha, podremos expresar la situación tal y como es.

Usando las siguientes cuatro formas podremos expresar nuestras necesidades, ser asertivos o mostrar el malestar que estamos sintiendo:

1. Mira dentro

Ante todo, debemos preguntarnos el motivo de que nos sintamos tan mal con esa persona, qué despierta en nosotros o si puede estar haciendo referencia a aspectos de la personalidad que nosotros también tengamos y que no nos gusten de nosotros mismos. La mala energía no siempre es del otro, sino que puede ser una proyección nuestra.

2. Necesidades

¿Qué necesidades tenemos? ¿La otra persona nos ayuda a satisfacerlas o nos da todo lo contrario? Antes de poder expresar lo que sentimos, tenemos que ser claros y sinceros con nosotros mismos, sabiendo qué queremos en una relación con el otro, el tiempo que queremos compartir o el tipo de planes que nos gustan hacer.

3. Relación equilibrada

Después de mirar en nosotros mismos y escuchando nuestras verdaderas necesidades, debemos sentarnos con el otro, sin llegar a una discusión, y hablar sobre lo que estamos percibiendo. Debemos decir cómo nosotros nos sentimos, lo que necesitamos, lo que no tenemos y si es momento de replantearse la relación. Hay que tener especial cuidado con el intento de manipulación o con el chantaje emocional. Lo que sentimos es real y no es negociable.

4. Tiempo fuera

Una vez hablado, si hemos llegado a un acuerdo o nos han entendido, el tipo de relación debería girar a que las dos personas estuvieran bien, pero no siempre es así. Es aquí donde tomamos distancia, limitamos el contacto o lo podemos, incluso, cortar. Ninguna relación es un contrato inquebrantable.

Las personas tóxicas suelen serlo porque los demás se lo permiten. Por muy arraigado que sea su comportamiento o por mucho que se le haya tolerado, siempre tenemos el poder de pararles los pies, expresar lo que sentimos y buscar un mayor espacio y seguridad. Partiendo de los límites claros, sabremos cómo lidiar con ello, reconducir la relación y bien terminarla.