El secreto de las parejas felices es que realmente no hay secretos, sino todo lo contrario, una pareja basada en la comprensión, la comunicación y el respeto mutuo. Pero esto ni es fácil ni nos sale de manera automática. Construimos toda nuestra vida en base a hábitos, costumbres y rutinas que vamos entrelazando. Podemos caer en ello por inercia o hacerlo de forma deliberada, repitiéndolo hasta que ya es parte de nuestra vida. De la misma forma que hay acciones cotidianas que hemos automatizado y que hacen nuestra vida más fácil y más feliz, como el comer más verdura, lavarnos los dientes o ir al gimnasio, también tenemos otra serie de hábitos que impactan en la pareja y la relación que mantenemos.

Pasado un tiempo del comienzo de la relación vemos cómo hay ciertos patrones en nuestra conducta: mi pareja me escribe cada día por la mañana, siempre vamos al cine los martes o yo me encargo de comprar el vino cuando nos vemos. Se empezó a hacer al principio y después se quedó como un hábito. A esos pequeños gestos también hay que sumar aquellas cosas que no están pero que podrían sumarle un mayor bienestar. Hay hábitos que se relacionan de forma directa con la felicidad en la pareja.

RUTINAS SANAS

Tanto la monotonía como la rutina juegan en contra de nuestra relación de pareja. Al interés inicial, fruto muchas veces de procesos hormonales y cerebrales típicos del enamoramiento, le sobreviene una etapa de mucha más calma, que puede sumarse a apatía o pocas acciones por mantener la chispa. No siempre caemos en ello, pero es un peligro para todos. Sin embargo, la inercia puede romperse automatizando acciones, convertidas en hábitos, que hagan que el interés, la confianza o el amor vayan creciendo.

Para mejorar y fortalecer nuestra relación, podemos fijarnos en los hábitos de las parejas felices, empezando por:

1. Intereses comunes

Una de las cosas que más enriquece la pareja es pasar tiempo juntos, pero solo si es de calidad. Muchas parejas ven como la convivencia no siempre aumenta el bienestar. Sí pasan tiempo juntos, pero no dedicado a intereses comunes. Por muy diferentes que sean los miembros, siempre hay cosas que puedan hacer los dos, como cursos, talleres o hobbies.

2. Intereses distintos

La pareja necesita oxígeno, por lo que el espacio, la soledad o el tener tiempo para estar con otras personas reforzará más el vínculo. Hay que mantener una parcela de nuestra vida que esté separada de nuestra pareja, especialmente si se convive y se trabaja juntos.

3. Expresar

Todo lo contrario a comunicar es interpretar y jugar a adivinar. Cuando pretendemos que el otro adivine nuestras necesidades o elucubramos sobre lo que pasa por su cabeza, corremos el riesgo de equivocarnos y dañar la relación. El antídoto es la comunicación, decir siempre lo que sentimos y necesitamos, sin invadir ni agredir.

4. Equidad

Las relaciones deben basarse, por encima de todo, en el respeto. Para ello, debemos saber en qué punto estamos nosotros y en qué punto hemos colocado a la pareja. Debe haber una tendencia al equilibrio, donde los dos ocupemos el mismo puesto y en igualdad de condiciones. Dar y recibir prácticamente a partes iguales.

Las relaciones de pareja son procesos que consideramos naturales pero que convertimos en forzosas y tensas, cuando no hay necesidad. Saber entender al otro, escuchar o pedir es tan importante como comer o cuidar el aspecto físico. Las relaciones necesitan alimento como lo necesitamos nosotros y, para ello, podemos instaurar ciertos hábitos que impacten directamente en el bienestar mutuo, aunque al principio conlleve un esfuerzo.