Las diferencias entre nuestra vida más física y nuestros pensamientos y emociones no siempre son tan marcadas como creemos. A la hora de hablar de un orden en nuestra alimentación o una rutina diaria, sabemos fácilmente qué necesitamos. Las comidas tienen que llevar unos horarios, ciertos alimentos sabemos que nos ayudan, el deporte es necesario y entendemos de qué forma podemos aplicarlo. Pero si intentamos extrapolar esto a las rutinas mentales, no sabemos por dónde empezar. Sí tenemos claro cómo es el resultado y qué lograríamos. Estar en paz con nosotros mismos, tener una mayor claridad, encontrar la serenidad, poder gestionar nuestras emociones o lograr que la ansiedad desaparezca. Aunque nos falta el camino, tenemos claras cuáles son las metas.

El orden mental se define como todas aquellas rutinas que son llevadas a cabo con el fin de lograr que tanto lo que sentimos como lo que pensamos estén dentro de un margen beneficioso para nosotros. Desaparecen la sensación de montaña rusa emocional o los pensamientos en bucle. Si se basa en determinadas rutinas, por tanto, tenemos que encontrar aquellas que logren lo que queremos con su uso diario. Pero la tarea no es tan difícil como a nosotros nos parece a primera vista.

Día a día

Cuando queremos encontrarnos físicamente bien, establecemos una serie de rutinas que instauramos con esfuerzo al principio porque sabemos que a medio y largo plazo van a traernos los resultados que queremos. Lo que al principio cuesta se convierte en poco tiempo en parte de nuestro repertorio. A nivel emocional y cognitivo necesitamos exactamente lo mismo, aplicar unas tareas diarias o semanales que logren los resultados esperados. La paz mental, la gestión emocional o la reducción de estrés serían varias de las cosas que podremos obtener.

Las siguientes rutinas buscan que, de una forma muy sencilla, podamos día a día encontrarnos mejor y lograr el orden emocional. Debe perseverarse en su uso y saber que lo que está dentro de nosotros es tan importante como lo que se muestra por fuera. Esto es lo que debemos aplicar:

1. Desayuno en silencio

Nuestro estado de humor de todo el día viene, en muchas ocasiones, delimitado por el momento del desayuno. Si empezamos acelerados, corriendo y con la cabeza abrumada, las siguientes horas seguirán el mismo ritmo. Para paliarlo, muchas personas van al gimnasio a primera hora o practican yoga y meditación. Esto conllevaría levantarnos muy temprano y tener disponibilidad plena para hacerlo. Como no siempre es factible, una variante perfectamente válida es la de optar por desayunos en silencio. Lo ideal es que sea en soledad y consistiría en marcarnos la premisa de que tendremos de 15 a 30 minutos por delante en los que no usaremos el teléfono móvil, no pensaremos en las tareas pendientes ni buscaremos otra estimulación que no sea lo que estamos comiendo y bebiendo.

2. Respiraciones conscientes

Tanto si tenemos un día estresante como si es muy tranquilo, buscaremos tres momentos del día para alejarnos y respirar de forma relajada y profunda durante dos minutos. Respiraciones tranquilas y en soledad. Lo ideal es que siempre sea, más o menos a las mismas horas. Podemos, por ejemplo, irnos al cuarto de baño a hacerlo.

3. Necesidades

¿Sabes cuáles son tus necesidades? Pero no solo es importante saber cuáles son sino buscar su expresión cada día, sin importar opiniones ajenas o valoraciones de los demás. Sé coherente con lo que necesitas y no permitas que nadie lo borre.

4. Prioridades

Lo normal es que uno mismo nunca sea nuestra máxima prioridad. En este caso, ten en cuenta que para ocuparte de los demás, si tú no estás bien, no lo harás como es debido. Sigue la misma premisa que la mascarilla de oxígeno en los aviones: primero póntela tú y después continúa por los demás.

Todo orden conlleva la necesidad de aplicar rutinas estables y permanentes en el tiempo. A nivel físico somos conscientes de que lo vamos logrando a lo largo de los años, pero podemos estar desatendiendo la parte mental y emocional. Es el momento de poner el foco sobre ello y trabajar por nuestra propia calma.

* Ángel Rull, psicólogo.