Cualquier avería supone un dolor de cabeza para el propietario del coche, pero hay grados y grados, y la retroalimentación de un motor diésel es una rotura de las gordas.

¿Qué es? En resumidas cuentas, esta avería ocurre cuando el motor de un ciclo diésel entra en un círculo vicioso y comienza a utilizar su propio aceite como combustible debido al fallo o rotura de un turbo. Entonces, el aceite actúa como combustible, siendo capaz de realizar la combustión, pero el motor pronto alcanza su régimen máximo de funcionamiento, sin detenerse, hasta haber consumido todo su aceite. Es entonces, cuando el motor gripa por falta de lubricación y se rompe.

La buena noticia es que esta avería puede evitarse si sabemos cómo hacerlo y actuamos rápidamente. Si empieza a producirse la retroalimentación del motor el propulsor girará a máximo régimen y veremos una gran humareda blanca expulsada por el tubo de escape. Además, esta avería es muy ruidosa y puede asustarnos, pero el coche no va a explotar. Esto sí, debemos actuar rápido y la respuesta no es apagar el motor.

Lo que tenemos que hacer es intentar calar el motor a lo grande: metemos quinta o sexta, ponemos el freno de mano, pisamos el freno a fondo y soltamos de golpe el embrague. Si lo hacemos suavemente, quemaremos el embrague y no se parará el motor.

Si el coche es automático, no podremos calarlo por lo que se debe ¿ahogar¿ el motor tapando la admisión con un trapo o papeles.

Finalmente, si hemos conseguido calar el coche y parar el motor, seguramente la reparación consistirá sólo en cambiar el turbocompresor, que es una pieza cara, pero no tanto como tener que cambiar el motor al completo.