Infligían tanto miedo a sus víctimas que se aseguraban de que estas serían incapaces de denunciarlos. De que el pánico les impediría acudir a una comisaría para relatar el terror al que habían sido sometidas. Pero no contaron con la reacción de su última víctima. Aunque le habían arrebatado todo lo que tenía en presencia de dos de sus hijos menores de edad, esta se armó de valor y acudió a los Mossos. Gracias a ello, la Unidad Central de Secuestros ha detenido esta semana a ocho personas integrantes de una organización criminal dedicada al tráfico de drogas que, de vez en cuando, perpetraba secuestros. Sus víctimas eran seleccionadas previamente y, además de sufrir robos, eran obligadas a escriturar a nombre de los miembros de la banda todos sus bienes.

Algunos de los delincuentes eran viejos conocidos de la unidad de secuestros. En el 2011 les detuvieron tras obligar a una de sus víctimas a cavar en el campo un hoyo en el que la iban a enterrar viva, junto a su familia, si no les entregaba todas sus propiedades. Tras ingresar en prisión, volvieron a la calle y repitieron procedimiento.

A su última víctima la engañaron haciéndole creer que estaban interesados en comprar el Ford Focus edición limitada que vendía. Se citaron el pasado 24 de abril junto a la comandancia de la Guardia Civil de Barcelona, en la Travesera de Gracia. El hombre llegó en el coche con sus dos hijos de 14 y 12 años. Apenas le dio tiempo a abrir la boca. Uno de los detenidos, exmilitar en Perú, y de 180 kilos de peso, le agarró por el cuello y le advirtió de que debía obedecer y callar. Arruinado y atemorizado, accedió a denunciar a los asaltantes tras arrancar el compromiso de los Mossos de que protegerían a su familia.