La niña de 13 años que desapareció en la tarde del lunes en Vilanova y la Geltrú (Barcelona), fue encontrada muerta en una vivienda de esta localidad, según informó la Policía Local a través de su cuenta oficial de Twitter. El cadáver de la niña fue encontrado en la vivienda de un vecino que fue detenido por la Policía local.

«Hacemos 5 minutos de silencio porque no tenemos palabras». La alcaldesa de Vilanova y la Geltrú, Neus Lloveras, intentaba resumir de esta manera lo inexplicable: el asesinato de Laia, una chica del pueblo de 13 años, por parte -presuntamente- de Juan Francisco López, también vecino de Vilanova. La víctima estaba en casa de sus abuelos, en el 2º 1ª. El homicida justo debajo, en el 1º 1ª. Todo ocurrió dentro del número 26 de la calle de Cubelles, el lugar en el que ayer al mediodía los Mossos d’Esquadra tuvieron que acordonar para contener la indignación de un pueblo conmocionado.

Cuando Laia fue hallada al cabo de tres horas, llevaba muerta un buen rato. La encontraron dos de sus tíos que entraron por la fuerza en casa de Juan Francisco. Los dos hombres, hermanos del padre y de la madre, golpearon su puerta y, al ver que respondía a sus preguntas con contradicciones, percibieron que la niña tenía que estar en esa casa. Lo apartaron de un empujón y se colaron en el domicilio. Encontraron una de las habitaciones con la puerta cerrada, la abrieron y vieron un colchón fuera de lugar, tapando algo de manera chapucera. Al levantarlo, descubrieron el cuerpo de Laia. Eran las 22.00 horas de la noche.

3 HORAS DE HORROR / La niña sale del colegio a las 17.00 horas y va a casa de sus abuelos. El padre llama a los abuelos a las 19.00 y les dice que la niña puede ir bajando. Aparca y espera en el coche. Pero Laia no aparece y sube a buscarla. Los abuelos le explican que la niña ha bajado en cuanto él ha llamado. Se activa la búsqueda pero lo hacen no dentro del edificio.

El padre desanda el camino hasta casa a pie. Pero llega al domicilio y Laia tampoco está en casa. Vuelve andando de nuevo hasta el domicilio de los abuelos y, por tercera vez, deshace el mismo camino a casa. Allí coge una bicicleta y sigue buscando con ese vehículo. A esa hora, la madre de la menor ya ha sido activada. También otros familiares, entre ellos, los dos tíos que terminarán encontrándola. A las 20.00 la Policía Local se suma a la búsqueda. En las redes sociales se pide ayuda. La menor sufre un grado menor de autismo que hace más urgente encontrarla y que invita a pensar que se ha despistado.

A las 21.00 horas se llega a la conclusión de que Laia tiene que estar dentro del edificio. La Policía toca los timbres de todos los vecinos. El del 1º 1ª tarda mucho en abrir y, cuando lo hace, aparece con una toalla porque acaba de ducharse. En ese instante, se muestra sorprendido y niega tener cualquier información que les sirva. En la calle, los vecinos y los tíos comentan lo sucedido. No les ha gustado la actitud del vecino del 1º 1ª, a quien conocen poco y del que desconfían porque acaba de instalarse allí. Los tíos, ya sin los Mossos, vuelven a tocar el timbre del 1º 1ª. Abre el vecino, que acaba de cambiarse y está vestido. Entre los dos le insisten tanto que el hombre cae en contradicciones y los dos tíos comprenden que oculta algo. Lo apartan, entran y encuentran el cuerpo inerte de Laia.

El hallazgo dispara la rabia de los tíos y de los vecinos, la noticia corre como la pólvora. Juan Francisco grita «¡Yo no he sido!» pero nadie le hace caso. La Policía tienen que entrar casi en tromba para hacerse con el control de la situación.

El examen forense ayudará a comprender cómo murió Laia. Su cuerpo presentaba heridas de arma blanca y la sospecha es que el asesino utilizó un cuchillo doméstico. No hay móvil conocido, la niña tuvo que pasar por delante de la puerta del 1ª 1ª y el sospechoso tuvo que sorprenderla en ese momento. Se trata de un asesinato «azaroso», casi «espontáneo», que ha desconcertado a los propios policías.

Josep Maria, amigo del abuelo de Laia y del padre de Juan Francisco, Antonio, explica que ambos se llevan muy bien y que quedan para «desayunar a menudo». Antonio había sido constructor y su mujer limpiaba casas.

Juan Francisco es un hombre de 42 años divorciado conflictivamente de su exmujer y padre de una hija adolescente. Ninguno de los negocios que intentaba arrancar tenían éxito. Su matrimonio tampoco lo tuvo y su exmujer lo terminó denunciando por amenazas contra ella y contra su hija. Ahora se había instalado en casa de sus padres y, según explican en los bares de la zona, acostumbraba a echar la tarde tomando una cerveza en solitario, «sin hablar con nadie».

Cientos de vecinos de Vilanova y la Geltrú guardaron cinco minutos de silencio ayer en la plaza de la Vila para condenar el asesinato de una Laia.