Tras más de 30 robos exitosos perpetrados contra oficinas de agencias de publicidad, bufetes de abogados o escuelas de idiomas ubicadas en el centro de Barcelona, los Mossos lograron la grabación de una cámara de seguridad que mostraba nítidamente a los ladrones que buscaban desde hacía dos años. Los agentes observaban las imágenes sin pestañear porque estaban viendo algo a lo que no estaban muy acostumbrados: dos hombres que vestían elegantes y que robaban sosegadamente.

Desenchufando cuidadosamente los ordenadores que habían venido a llevarse e inspeccionando armarios y cajones en busca de más objetos de valor sin dañar el mobiliario. No eran como el resto de cacos. Todo lo contrario, estos parecían pensionistas. Porque lo eran. Con esta grabación comenzaba a resolverse la operación Old Boy (chico viejo en inglés) y resultó posible detener a Miguel y Antonio, dos jubilados de 66 y 67 años.

Su aspecto era intachable, uno vestía un polo Lacoste y el otro una camisa y una americana azules. Ambos lucían un reloj imponente en la muñeca izquierda. Si hasta ahora había sido tan difícil dar con ellos también era porque apenas cometían errores.

Miguel y Antonio se conocieron hace tiempo. Los dos eran subasteros jubilados dueños de pensiones exiguas que no permitían mantener el tren de vida al que habían acostumbrado a sus respectivas familias.

Resguardados bajo su aspecto de hombres mayores respetables, podían colarse en los edificios sin levantar ninguna sospecha. Cuando estaban seguros de que había salido el último trabajador, entraban ellos forzando la cerradura.

Debutaron en el 2016 y llevaron a cabo una primera serie de robos. Uno de los botines superó los 15.000 euros. Si lo hubieran dejado entonces, tal vez los Mossos nunca habrían dado con ellos.